Carlos Lwanda y compañeros mártires
(Se hace la señal de la cruz y se dice:)
- Dios mío, ven
en mi auxilio.
- Señor, date
prisa en socorrerme.
- Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno: Elegía a un tirano (Rafael Amor)
¿Adónde irás tirano?
Adónde irás?
¿tus manos
ensangrentadas, donde las esconderás?
¿Adónde irás tirano?
¿Adónde irás?
si el pueblo encuentra
tu rastro sus plantas has de besar.
Te esconderás en las balas, las balas vienen y van,
en la cadena que oprime, la rompe la libertad,
donde empieza la cadena, donde tiene su final,
cual de los dos desde lejos el oprimido será.
Te esconderás en los niños, a odiar les enseñarás,
no te servirá de nada también a ti te odiarán,
te esconderás en las sombras, el sol te delatará
y cuando salgas al sol verás sombra y te verán..
En el terror de las hembras tu refugio buscarás,
el vientre que parió un hijo puede parir otro más
soltarás tus perros flacos sin aflojarle el collar,
cuidado del perro hambriento muerde y no quiere largar.
Te esconderás en la flor, en el tranquilo trigal,
la flor morirá de pena el trigo se agitará,
te descubrirán los hombres al gusto amargo del pan,
cuando llevarlo a sus hijos les cueste la dignidad.
[Recitado]
Querrás
escapar de noche, a qué horizonte, dónde ir que no amanezca.
La
luz te perseguirá, y con las manos cruzadas las mismas de tu impiedad, ante los
pies del Maestro, suplicante caerás, y lo sentirás por dentro que te dice, una
vez más: Me has vuelto a crucificar; tienes
manchada las manos con sangre de libertad, deshojaste la alegría, torturaste
por pensar, sembraste el odio, la guerra y mataste por matar, cercenando la
belleza que podía emocionar, traicionaste a tus hermanos a la hora de luchar, por
una justa manera de vivir, de trabajar y, lentamente Jesús habrá empezado a
llorar.
Entonces
llegará el pueblo, como siempre, llegará, tendrías que pagar rosa a rosa, bala
a bala, pan a pan. Solamente el Galileo te podía cobijar, de la furia de los
hombres, cansados de soportar, la injusticia, la impotencia, por ser mansos,
nada más.
Sólo los que se liberan conocen la libertad,
los que han vivido negándola siempre esclavos morirán
en las calles las sonrisas la flor nueva y el trigal
los tres silencios de Cristo gritarán una vez más,
Paz, paz, paz, ¿adónde irás?.
Salmodia:
Salmo
26 I
Confianza ante el peligro
Ant. 1: El Señor es mi
luz y mi salvación, ¿a quién temeré?.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su
morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1: El Señor es mi
luz y mi salvación, ¿a quién temeré?.
Salmo
26 II
Ant. 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me
escondas tu rostro.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi
rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi
adversario,
porque se levantan contra mí
testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2: Tu rostro buscaré, Señor, no me
escondas tu rostro.
Cántico:
Colosenses 1, 12-20 Himno a Cristo
Ant. 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Damos gracias a Dios
Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de Él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por Él y para Él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de Él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por Él y para Él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Lecturas
Primera
lectura Segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 1 - 3.6 - Reaviva el don de Dios, que
recibiste cuando te impuse las manos.
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por
designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo
Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios
Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con
pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis
labios cuando rezo, de noche y de día.
Por esta razón te recuerdo que reavives
el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha
dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No te avergüences de dar testimonio de
nuestro Señor y de mí, su prisionero.
Toma parte en los duros trabajos del
Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó a una vida
santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios
dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha
manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y
sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
De este Evangelio me han nombrado
heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente;
pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente
persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que
me dio.
Palabra de Dios.
Canto Dios
me da vida (Janet Cornejo)
Evangelio Marcos 12, 18 - 27
No es Dios de muertos, sino de vivos.
No es Dios de muertos, sino de vivos.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús
unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
- “Maestro, Moisés nos dejó escrito: ‘Si
a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda
y dé descendencia a su hermano’.
Pues bien, había siete hermanos: el
primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió
también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por
último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan
a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados
con ella”.
Jesús les respondió:
- “Estáis equivocados, porque no
entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni
las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza,
lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados”.
Palabra del Señor.
Reflexión: Un
Dios de vivos
Los
saduceos, que no creen en la resurrección, hacen una pregunta a Jesús sobre una
mujer que se ha casado con siete hermanos, habiéndose quedado viuda siete
veces. A la muerte de la mujer, se preguntan de quién será esposa ahora en la
vida eterna.
Jesús
les hace ver la mala comprensión que tienen de Dios, y de las Escrituras. El
matrimonio es una institución para esta vida, no lo es para la vida eterna.
Nadie se casará.
Un
tema peliagudo el de la resurrección de los muertos. Porque de alguna manera,
queremos imaginar cómo será la vida eterna, y pedimos a Dios con quién queremos
estar y con quién no. Lo que es cierto es que los muertos ya quedan de la mano
de Dios. Es el ahora del tiempo de Dios.
Pero,
como manifiesta Jesús, Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Él nos pide
fe y adhesión. Me pregunto si la cuestión de los saduceos no es una
justificación para eludir la responsabilidad de profundizar en la fe en el
Cristo de la vida.
Podemos
percibir en el evangelio que la pregunta de los saduceos carece de sentido del
dolor, del luto, de la despedida, de la fractura humana que se produce cuando
alguien cercano a nosotros fallece. Y la suerte de los difuntos no es lo
primordial. A ellos, que ya están descansando, hay que dejarlos en manos de
Dios. Lo principal es cómo consolar, y ser las manos y la voz del consuelo de
Dios, para los que han sufrido una pérdida importante en sus vidas. Por eso,
Jesús incide en que Dios es un Dios de vivos. No podemos dejarlos en la
soledad. Con un corazón quebrado, es más difícil ver a Dios en la vida. Es
necesario, ponernos en el camino del doliente, y reavivar en ellos la esperanza
y el don de Dios.
Oremos,
por cuantos han perdido a sus seres queridos, y no han podido despedirse por
motivos de esta pandemia. Que el Señor los consuele en su soledad y reavive su
esperanza.
Responsorio
Breve
Ant.: Alegraos, justos, y gozad con el
Señor.
Aclamadlo, los de
corazón sincero.
Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo
Alegraos, justos, y
gozad con el Señor.
Magníficat: Lucas 1, 46 - 55
“Magnificat”
en re mayor (Pachelbel) - CORAL DEL
SIGLO XXI
Ant.:
Se alegran en el
cielo los santos que siguieron las huellas de Cristo, y porque le amaron hasta
derramar su sangre reinan con el Señor eternamente.
† (Se hace la señal de la cruz mientras se comienza a cantar)
Traducción
al castellano de la versión latina
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de su
esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros
padres-
en favor de Abrahán y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén..
Ant.:
Se alegran en el
cielo los santos que siguieron las huellas de Cristo, y porque le amaron hasta
derramar su sangre reinan con el Señor eternamente.
Preces
A la misma hora en que
el Rey de los mártires ofreció su vida, en la última cena, y la entregó en la
cruz, démosle gracias, diciendo:
- Te
glorificamos, Señor
Porque nos amaste hasta
el extremo, Salvador nuestro, principio y origen de todo martirio:
- Te
glorificamos, Señor
Porque no cesas de
llamar a los pecadores arrepentidos para los premios de tu reino:
- Te
glorificamos, Señor
Porque has dado a la
Iglesia, como sacrificio, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada
para el perdón de los pecados:
- Te
glorificamos, Señor
Porque, con tu gracia,
nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora termina:
- Te
glorificamos, Señor
Porque has asociado a
tu muerte a nuestros hermanos difuntos:
- Te
glorificamos, Señor
Padre
nuestro Padre Nuestro – (Coro Polifónico Tedeum)
Padre
nuestro que estás en los cielos.
Santificado
sea tu nombre.
Venga tu
Reino.
Sea hecha
tu voluntad,
como en los
cielos aquí en la tierra
Danos,
Señor, el pan de hoy
y perdónanos
Tú, como a otros perdonamos
líbranos
de tentaciones y presérvanos del mal
Porque
tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria
por
siempre, por siempre
Amén, amén,
por siempre, amén
Final
Señor, Dios nuestro, tú haces que la sangre de los mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos; concédenos que el campo de tu Iglesia, fecundo por la sangre de san Carlos Lwanga y de sus compañeros, produzca continuamente, para gloria tuya, abundante cosecha de cristianos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén..
Canto a
María.
Rocío
siempre amiga (Isabel Durán)
1.
Me
das confianza
te trato de amiga…
a nuestro cariño
quién pone medidas.
Me das esos momentos
que mi alma suplica,
se apagan las velas,
se cierra tu ermita.
Y hasta me has cambiado
la forma de ser,
confianza en mí misma
por ti la encontré,
sonrío a la vida,
cada amanecer
Rocío siempre amiga…
de mujer a mujer.
2.
Te
sueño en las sombras,
que encierran mis
noches…
si pregunto al aire,
tu voz me responde.
Rompen mis entrañas
de nuevo, mil nombres
y solo queda el tuyo
que nunca se esconde.
3.
Me
acerco a ese cuadro,
que tengo en mi cuarto…
que perdió hasta el
brillo
de tanto abrazarlo.
De tanto quererte
rompí en mil pedazos
miles de recuerdos
pa no llorar tanto.
4.
Te
busco en el humo
de alguna candela…
que siempre es camino
si estás a mi vera.
Sentirte tan dentro
siempre compañeras,
más fácil es la vida
con gente tan buena.
Los mártires de Uganda
Los Padres
Blancos evangelizaron en África en el siglo XIX. Los primeros conversos
instruyeron y guiaron a los más nuevos creciendo la comunidad rápidamente.
Inicialmente no había problemas con el rey pero al ver que interfería en su
estilo de vida y modo de gobierno comenzaron las represalias.
José Mkasa
era el lider de la comunidad católica, quien tenía a su cargo una comunidad de
200 miembros.
El rey mandó
a que mataran a José, mientras sus verdugos le amarraban las manos, él les
dijo: "Un Cristiano que entrega su vida por Dios no tiene miedo de
morir". Lo quemaron el 15 de Noviembre de 1885.
Los
cristianos lejos de atemorizarse, continuaron con sus actividades. Carlos
Lwanga, favorito del rey, reemplazó a José como jefe de la comunidad cristiana.
Sus oraciones lograron que el rey desistiera de las persecuciones por seis
meses.
En mayo del
año siguiente, estalló la tempestad. Los cristianos fueron capturados y
llamados ante el rey. Este les preguntó si tenían la intención de seguir siendo
cristianos, "!Hasta la muerte!", respondieron ellos al unísono. El
rey ordenó que la ejecución se haga en un lugar llamado Namugongo, a 60 kms de
distancia. Uno de los jóvenes era el hijo del verdugo. Éste le rogó para que se
escapara, pero no fue aceptada su propuesta. A tres de los jóvenes mártires se
les quitó la vida cuando iban por el camino; los restantes fueron encerrados
por siete días en la prisión de Namugongo, bajo condiciones infrahumanas.
El 3 de
junio de 1886, día de la Ascensión, fueron sacados de la prisión; envueltos en
unos juncos y, ordenados en fila, se les prendió fuego. Al hijo del verdugo le
dieron un golpe en la cabeza para que no sufriera al ser quemado. Murieron
proclamando el nombre de Jesús y diciendo: "Pueden quemar nuestros cuerpos
pero no pueden dañar nuestras almas".
Carlos
Lwanga (21 años), Andrés Kagwa, y otros veinte jóvenes fueron beatificados el 6
de Junio de 1920 por el Papa Benito XV.
El 18 de
octubre de 1964, el Papa Pablo VI canonizó a los 22 mártires de Uganda.
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