CONTACTO

Torrelavega/Cantabria
parroquiabarriocovadonga@gmail.com

viernes, 29 de mayo de 2020

Tiempo de Pascua: Oración del atardecer-Viernes


Viernes de la Septima Semana de Pascua


(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya






Himno:               Veni, Creator Spiritu



Ven, Espíritu Santo Creador, 
a visitar nuestro corazón,
repleta con tu gracia viva y celestial,
nuestras almas que Tú creaste por amor.

Tú que eres llamado Consolador,
don del Dios Altísimo y Señor,
vertiente viva, fuego, que es amor,
y también espiritual y divina unción.

En cada sacramento te nos das,
dedo de la diestra paternal.
Eres Tú la promesa que el Padre nos dio,
con tu palabra enriqueces nuestro cantar.

Nuestros sentidos has de iluminar,
los corazones enamorar,
y nuestro cuerpo, presa de la tentación,
con tu fuerza continua has de afirmar.

Al Padre demos gloria,
pues es Dios, a su Hijo que resucitó,
y también al Espíritu Consolador
por todos los siglos, de los siglos, honor.
Salmodia
            Salmo 134 - I            Himno a Dios, realizador de maravillas.

Ant.:    Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios -en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dió su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

                        Salmo 134 - II                                                                

Ant.:    Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Aleluya.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que lo hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Aleluya.

                        Cántico: Ap 15, 3-4                   Himno de adoración

Ant.: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las acciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

Lecturas                                         Lámpara es tu palabra Señor

Primera lectura                          Hechos de los Apóstoles 25, 13 - 21.
Un Un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo,
En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
- “Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César”.
Canto                           Rafael Amor - Yo seré tu compañero

Yo seré tu compañero para la farra y el vino,
la guitarra, los caminos, los amores lisonjeros, impuros y libertinos,
pero si se acaba el vino, si te sientes prisionero,
sin amores verdaderos y no encuentras tu destino
entre todos los senderos, yo seré tu compañero.

Y seré tu compañero para el abrazo y la gloria,
para perder la memoria con el tiempo y el dinero y palmadas laudatorias.
Mas recuerda, si el fracaso te muestra su rostro fiero:
los vencidos siempre fueron despreciados en su ocaso
por los que ayer los quisieron. Yo seré tu compañero.

Y seré tu compañero para el sueño y la poesía,
lo que llaman utopía, los que nunca la entendieron por torpeza o cobardía,
Y en la realidad más dura y en el llanto más sincero,
el rebelde desafuero, con toda mi encarnadura,
para andar juntos, me quedo. Yo seré tu compañero.

Y seré tu compañero en razón, paz y verdad,
en justicia y libertad, que es todo lo que más quiero aunque traigan soledad.
Para el odio y la traición o la envidia del artero
o el soplón del carcelero, yo no presto el corazón,
y aunque me duela no quiero, que me llames, compañero.

  Evangelio                                                                    Juan 21 15 - 19
Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:
- “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”.
Él le contestó:
- “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Jesús le dice:
- “Apacienta mis corderos”.
Por segunda vez le pregunta:
- “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”.
Él le contesta:
- “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Él le dice:
- “Pastorea mis ovejas”.
Por tercera vez le pregunta:
- “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”.
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
- “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”.
Jesús le dice:
- “Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
- “Sígueme”.
Reflexión:
¿Me amas...?

Esta pregunta que el resucitado dirige a Pedro nos recuerda a todos los que nos decimos creyentes que la vitalidad de la fe no es un asunto de comprensión intelectual, sino de amor a Jesucristo.
Es el amor lo que permite a Pedro entrar en una relación viva con Cristo resucitado y lo que nos puede introducir también a nosotros en el misterio cristiano. El que no ama, apenas puede «entender» algo acerca de la fe cristiana.
No hemos de olvidar que el amor brota en nosotros cuando comenzamos a abrirnos a otra persona en una actitud de confianza y entrega que va siempre más allá de razones, pruebas y demostraciones. De alguna manera, amar es siempre «aventurarse» en el otro.
Así sucede también en la fe cristiana. Yo tengo razones que me invitan a creer en Jesucristo. Pero si le amo, no es en último término por los datos que me facilitan los investigadores ni por las explicaciones que me ofrecen los teólogos, sino porque él despierta en mí una confianza radical en su persona.
Pero hay algo más. Cuando queremos realmente a una persona concreta, pensamos en ella, la buscamos, la escuchamos, nos sentimos cerca. De alguna manera, toda nuestra vida queda tocada y transformada por esa persona, por su vida y su misterio.
La fe cristiana es «una experiencia de amor». Por eso, creer en Jesucristo es mucho más que «aceptar verdades» acerca de él. Creemos realmente cuando experimentamos que él se va convirtiendo en el centro de nuestro pensar, nuestro querer y todo nuestro vivir.
Un teólogo tan poco sospechoso de frivolidades como K. Rahner no duda en afirmar que sólo podemos creer en Jesucristo «en el supuesto de que queramos amarle y tengamos valor para abrazarle».
Este amor a Jesucristo no reprime ni destruye nuestro amor a las personas. Al contrario, es justamente el que puede darle su verdadera hondura, liberándolo de la mediocridad y la mentira. Cuando se vive en comunión con Cristo es más fácil descubrir que eso que llamamos tantas veces «amor» no es sino el «egoísmo sensato y calculador» de quien sabe comportarse hábilmente sin arriesgarse nunca a amar con desinterés a nadie.
La experiencia del amor a Cristo podría darnos fuerzas para liberar nuestra existencia de tanta sensatez fría y calculadora, para amar incluso sin esperar siempre alguna ganancia, para renunciar al menos alguna vez a pequeñas y mezquinas ventajas en favor de otro.
Tal vez algo realmente nuevo se produciría en nuestras vidas si fuéramos capaces de escuchar con sinceridad la pregunta del resucitado:
“Tú, ¿me amas?”
Responsorio Breve

Ant.: El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
          Será quien os lo enseñe todo. Aleluya, aleluya
          Gloria al Padre y al Hijo, y al espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
          El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
Magníficat.
Ant.:    Todos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la madre de Jesús. Aleluya.
(Kiko Argüello 1968)

(Hacemos la señal de la cruz y recitamos el canto de María)
Proclama, mi alma, la grandeza del Señor;
se alegra, mi espíritu, en Dios mi Salvador.
1.    Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones
porque el Poderoso
ha hecho grandes obras por mí.
Su nombre es santo.

2.    Él hace proezas con su brazo
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba a los poderosos
y ensalza a a los humildes;
a los hambrientos colma de bienes,
y a los ricos, despide vacíos.

Ant.:    Todos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la madre de Jesús. Aleluya.
Preces
Bendigamos a Dios Padre, que con tanta generosidad ha derramado los dones del Espíritu sobre todos los pueblos y, pidiéndole que no cese nunca de derramar su gracia sobre el mundo, digamos:
-    Que la gracia del Espíritu Santo abunde, Señor, en el mundo
Señor, tú que hiciste a tu Elegido luz de las naciones,
- abre los ojos de los ciegos y libra de toda esclavitud a los que viven en tinieblas.
Tú que ungiste a Cristo con la fuerza del Espíritu Santo, para que realizara la salvación de los hombres,
- haz que pase de nuevo por el mundo haciendo el bien y curando a todos.
Envía tu Espíritu, luz de los corazones,
- para que confirme en la fe a los que viven en medio de incertidumbres y dudas.
Envía tu Espíritu, solaz en el trabajo,
- para que reconforte a los que se sienten fatigados y desanimados.
Realiza la esperanza de los que ya se han muerto,
- y haz que en Cristo obtengan una resurrección gloriosa.

Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro
Oh mi Señor

Mi Señor, Oh Señor, hum Señor, Señor
Yo quiero conocerte
Déjame aprender de Ti
déjame saber, Señor
el camino entre Tú y yo
Mi Señor, Oh Señor, hum Señor, Señor
Sé lo que me contaron
o lo que leí de Ti
Sólo eso sé, Señor
del camino entre tú y yo (aleluya)
Mi Señor, Oh Señor, hum Señor, Señor
Invítame a seguirte
que quiero encontrarte
Hoy quiero escuchar tu voz
ven y enséñame, Señor
el camino entre tú y yo (aleluya)
Mi Señor (aleluya)
Hum Señor (aleluya)
Oh mi Señor (aleluya)
Quiero que me alumbres, (aleluya)
Quiero conseguir tu luz (aleluya)
Quiero conocer, Señor
el camino entre Tú y yo (aleluya)
Hum, hum, hum (aleluya)
Mi Señor (aleluya)
Oh mi Señor (aleluya)
Oh Señor (aleluya)
Sí, Sí, Señor (aleluya)
Dulce Señor (aleluya)
Hum, hum, hum (aleluya)
Yo quiero conocerte (aleluya)
Déjame aprender de Tí (aleluya)
Déjame saber, Señor
el camino entre Tú y yo (aleluya)
Señor (aleluya)
Mi Señor (aleluya)
Oh mi Señor
Final

Señor Jesús, Tú nos repites hoy también a nosotros:
¿Me amas? Sí, Señor; pero concédenos amarte mucho más, con un corazón caldeado por el fuego de tu Espíritu.
Tú nos abriste el camino que lleva hasta el Padre y, gracias a Ti, la vida es más fuerte que la muerte. Estamos seguros en la fe de que Tú vives en nosotros y estás presente en cada hombre y mujer, nuestros hermanos.
Haz que nos entreguemos a la apasionante tarea de amarte, queriendo sin medida a los demás. Acompaña en su servicio a los pastores de tu pueblo y reúne en tu Iglesia a los hijos de Dios dispersos. Amén.
Canto a María.
María mírame


María, mírame. María, mírame
Si Tú me miras, Él también me mirara
Madre mía, mírame. De la mano llévame
Muy cerca de Él, que ahí me quiero quedar

María, cúbreme con tu manto
Que tengo miedo, no sé rezar
Que por tus ojos misericordiosos
Tendré la fuerza, tendré la paz

Madre, consuélame de mis penas
Es que no quiero ofenderle más
Que por tus ojos misericordiosos
Quiero ir al cielo y verlos ya

Ya estamos celebrando Eucaristía

Parroquia Covadonga:

martes, jueves y sábado a las 7:30 P.M.
domingo y festivos 12:30
No podremos ser más de 90 


Parroquia San Miguel de Campuzano:
sábados: a las 6:30 de la tarde
domingos y fiestas: 11:30 de la mañana 
No podremos ser más de 45 


y hemos de respetar las normas:
Ø venir con mascarilla
Ø desinfectarse a la entrada
Ø ocupar sólo los sitios marcados
Ø la paz: un gesto desde el sitio
Ø evitar saludos de entrada y salida