Sábado de la cuarta semana de Pascua
(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
Cristo yo te amo, yo te necesito.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno: Aleluya. El Señor resucitó
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya. Aleluya
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya. Aleluya
1.
Pascua
sagrada, ¡oh fiesta de la luz!,
despierta tú que duermes y el Señor te alumbrará.
2.
Pascua
sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad el hombre viejo, revestíos del Señor.
3.
Pascua
sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas renacemos al Señor.
4.
Pascua
sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría dada a luz en el dolor.
Salmodia:
Salmo 140,1-9 Oración
ante el peligro.
Ant.: El alzar
de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.
Señor, te
estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi
voz cuando te llamo.
Suba mi
oración como incienso en tu presencia,
el alzar de
mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca,
Señor, una guardia en mi boca,
un
centinela a la puerta de mis labios;
no dejes
inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer
crímenes y delitos;
ni que con
los hombres malvados
participe
en banquetes.
Que el justo
me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el
ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré
rezando en sus desgracias.
Sus jefes
cayeron despeñados,
aunque
escucharon mis palabras amables;
como una
piedra de molino, rota por tierra,
están
esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis
ojos están vueltos a ti,
en ti me
refugio, no me dejes indefenso;
guárdame
del lazo que me han tendido,
de la
trampa de los malhechores
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.: El alzar
de mis manos suba a ti, Señor, como ofrenda de la tarde. Aleluya.
Salmo
1418
Tú eres
mi refugio.
Ant.: Me sacaste de la prisión: por eso
doy gracias a tu nombre. Aleluya.
A voz en
grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú
conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Mira a la
derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito,
Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
Atiende a
mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la
prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.: Me sacaste de la prisión: por eso
doy gracias a tu nombre. Aleluya.
Cántico:
Flp 2, 6-11 Cristo,
siervo de Dios en su misterio pascual
Ant.: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se
ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
Cristo, a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde de su
categoría de Dios;
al contrario, se
despojó de su rango
y tomó la condición de
esclavo,
pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando como un hombre
cualquiera,
se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el
«Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre
de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la
tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant.: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer, y se
ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
Lecturas
Primera
lectura Hechos de
los Apóstoles 13, 44 - 52.
Sabed que nos dedicamos a los
gentiles.
El sábado siguiente,
casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los
judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y
Bernabé dijeron sin contemplaciones:
- “Teníamos que
anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no
os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles.
Así nos lo ha mandado el Señor: ‘Yo te haré luz de los gentiles, para que
lleves la salvación hasta el extremo de la tierra’”.
Cuando los gentiles
oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban
destinados a la vida eterna creyeron.
La palabra del Señor se
iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras
distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una
persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.
Ellos sacudieron el
polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los
discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.
Canto Aleluya, aleluya,
el Señor es nuestro Rey
1. Cantad al Señor un
cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
2. El Señor da a
conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
3. Los confines de la
tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
Evangelio Juan 14, 7
- 14
Quien me ha visto a mí ha visto al
Padre.
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
- “Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto”.
Felipe le dice:
- “Señor, muéstranos al
Padre y nos basta”.
Jesús le replica:
- “Hace tanto que estoy
con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al
Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy
en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.
El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y
el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí,
también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al
Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi
nombre, yo lo haré”.
Reflexión:
El conocimiento del Padre está condicionado al conocimiento
de Jesús porque, como acaba de afirmar Cristo, él es el camino, la verdad y la
vida. "Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre”. Pero si
anteriormente fue el apóstol Tomás quien preguntó por el camino, ahora es el
apóstol Felipe el que dice a Jesús: Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Algo habían llegado a conocer los discípulos acerca de
Jesús, pero intervenciones como éstas indican que están lejos de conocerlo a
fondo. No entienden que Cristo es la imagen misma, el signo, el sacramento
visible del Padre, pues es su Palabra personal en carne humana. Por eso le
responde Jesús: "Hace tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces,
Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre... (porque) yo estoy en el
Padre y el Padre en mí”.
Jesús es la imagen visible y el rostro humano de Dios. Así,
el que ve a Cristo, conoce y ve al Padre. Pero ni ese "ver” es físico ni
este "conocer” es meramente intelectual. Si ese "ver” fuera físico,
ya hubieran visto los discípulos al Padre en la persona de su maestro. También
vieron físicamente a Jesús los fariseos y los letrados judíos, y no vieron en
él al Hijo de Dios. Contemplaron sus obras, sus milagros, su conducta rebosante
de bien, su doctrina rezumando verdad; tenían a la vista todos los avales de su
persona, y no creyeron en él. Porque no es posible "ver” a Jesús en su
identidad divina sino por los ojos del corazón, que dan la visión auténtica y
más profunda: la visión de la fe.
En el evangelio de Juan, los verbos ver, conocer y creer son
intercambiables, equivalentes. El "conocer” de la fe, es ante todo
contacto y experiencia personal de Dios a través de su Hijo Jesús, totalmente
identificado con el Padre en su ser, querer y actuar.
(Guardamos unos minutos de
silencio y reflexionamos sobre lo leido)
Responsorio breve:
Ant.: Yo soy el camino y la verdad y la
vida. Aleluya, aleluya.
nadie
va a padre si no es por Mí. Aleluya, aleluya.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
Yo
soy el camino y la verdad y la vida. Aleluya, aleluya.
Magníficat. Engrandece mi alma al
Señor
Ant.: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
Engrandece mi alma al Señor,
y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.
Dadle gracias ahora y siempre
por todo lo que os ha dado,
y así podréis ver que grande es el Señor.
y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.
Dadle gracias ahora y siempre
por todo lo que os ha dado,
y así podréis ver que grande es el Señor.
Ant.: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluya.
Preces
Oremos a Cristo, que
resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y
digámosle:
- Tú que vives eternamente, danos eternamente tu vida, Señor
Tú que eres la piedra desechada por
los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
- conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
Tú que eres el testigo fiel y veraz,
el primogénito de entre los muertos,
- haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el
mundo.
Tú que siempre has cuidado de tu
Iglesia, nacida de tu costado,
- ayúdanos y fortalécenos a todos para que obedientes y
responsables cumplamos con todas las normas sanitarias, para que salgamos
pronto de esta situación.
Tú que siempre estuviste atento para
sanar los cuerpos y los espíritus doloridos,
- infunde ese espíritu tuyo a nuestros médicos, enfermeras,
auxiliares, celadores, cocineros, limpiadores... que cuidan hoy de los enfermos.
Tú que eres la lámpara que ilumina
la ciudad santa de Dios,
- alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.
Movidos por el Espíritu Santo,
dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro
Abrázame Papá
- Jesse Demara
Cristo yo te amo, yo te necesito.
Abrázame papá, llena
este lugar con tu poder. (4 veces)
Te recibo, te
recibo, te recibo, Espíritu Santo.
Te recibo, te
recibo, te recibo, Espíritu Santo.
Cristo yo te amo,
yo te necesito.
Abrázame papá, llena
este lugar con tu poder. (3 veces)
Final
Te
bendecimos, Padre, porque en Jesucristo se transparenta tu imagen con plena
fidelidad Gracias a él, que es tu Hijo, te conocemos visiblemente y podemos
abrirnos a tu misterio insondable. Abre, Señor, los ojos de nuestra fe para
poder verte a través del rostro humano de Cristo.
Concédenos
que, viéndote en sus palabras y obras, te conozcamos y, conociéndote, creamos
en Ti y en Él. Haz, Señor, que por medio de nuestras buenas obras seamos
también nosotros signo de tu presencia Te lo pedimos en nombre de Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Canto a María.
María - Los
Ascoy (Lyric)
Si la tierra en que vivió Jesús es santa,
imagina el vientre que lo dio a nacer.
Si el Espíritu de Dios fue a su encuentro
mucho antes que el mismo Pentecostés.
Si el Arcángel la llamó "Llena de Gracia"
cuando nadie sin bautismo lo podía ser.
Si Jesús cumpliendo el cuarto mandamiento
le dio la honra tanto a ella y a José,
le dio la honra a su Madre y a José.
Podría darte mil razones para amarla,
pero el amor no necesita una razón.
Solo se que no hay amor al rechazarla,
porque el primero que la ama es el Señor.
María, María, Madre
del amor
María, María, ven a
mi corazón
Si hemos de llamarla Bienaventurada
todas las generaciones por doquier.
Si en Caná el propio Jesús oyó sus ruegos
y por ella hasta cambió de parecer.
Si en la cruz le pidió a Juan que la cuidara:
"Ahí tienes a tu Madre, mi apostol fiel"
Y si Juan le abrió su casa con respeto,
dime ¿por qué no puedo actuar igual que el?
¿Por qué no debería actuar igual que el?
Podría hablarte de lo que aprendí
a su lado,
pero ya no me queda sitio en mi canción.
Dios no teme que la ames demasiado,
pues nadie puede amar como ella ama a Dios.
María, María, Madre
del amor
María, María, ven a
mi corazón
¡quédate
en casa!
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