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jueves, 7 de mayo de 2020

Tiempo de Pascua: Oración del atardecer-Jueves



Jueves de la Cuarta Semana de Pascua



(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Himno:              Hora de la tarde 


Hora de la tarde, fin de las labores,
amo de las viñas, paga los trabajos de tus viña dores.
1.      Al romper el día nos apalabraste.
Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde,
que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
2.      Das al vespertino lo que al mañanero.
Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento.
Eres Tú la viña cuida los sarmientos. 

Salmodia 
Salmo 143 - I          Oración por la victoria y la paz.

Ant: El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

              Salmo 143 – II:  Acción de gracias por un pecador perdonado

Ant.: Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.


            Cántico: Ap 11, 17-18; 12, 10-12       El juicio de Dios

Ant.: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

Lecturas
Primera lectura         Hechos de los Apóstoles 13, 13 - 25.
Dios sacó de la descendencia de David un salvador: Jesús.

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra:
En aquellos días, Pablo y sus compañeros se hicieron a la vela en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan los dejó y se volvió a Jerusalén. Desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la lectura de la Ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir:
- “Hermanos, si queréis exhortar al pueblo, hablad”.
Pablo se puso en pie y, haciendo seña de que se callaran, dijo:
- “Israelitas y los que teméis a Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso; unos cuarenta años los alimentó en el desierto, aniquiló siete naciones en el país de Canaán y les dio en posesión su territorio, unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años. Lo depuso y nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: ‘Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos’. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: ‘Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias’”.

Canto                           La Misericordia del Señor

La misericordia del Señor, cada día cantaré
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.

Evangelio                                  Juan 13, 16 - 20
El que recibe a mi enviado me recibe a mí.

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo:
- “Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado". Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.
Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado”.
Reflexión:
En vez de teorías solemnes, el ejemplo, fue el estilo que prefirió Jesús. La escena del lavatorio de los pies muestra claramente cómo ha de ejercerse la autoridad en la comunidad de hermanos que es la Iglesia: como servicio de amor. Y no sólo la auto­ridad, sino también la convivencia y las relaciones entre los que inte­gran la asamblea de fe, cuya ley suprema es el amor fraterno. ¿Com­prendéis lo que he hecho con vosotros?, pregunta Jesús a sus amigos después de lavarle los pies. Me llamáis "el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, aprended el ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo.
Jesús no fue amigo de grandes definiciones doctrinales ni declara­ciones solemnes. Podría haber definido y aclarado teológicamente, por ejemplo, el significado y modo de la eucaristía... el alcance y ejercicio de la autoridad en su Iglesia... Cuántas discusiones, herejías y divisiones nos habríamos ahorrado en la Iglesia. Pero no lo hizo, sino que mostró en un ejemplo y signo su actitud personal a imitar por todos los que quieran llamarse discípulos suyos, es decir, por nosotros.
Tampoco le gustaron a Cristo las filosofías deslumbrantes, pero vacías, ni las prescripciones morales, ni los códigos, normas e impera­tivos jurídicos. Prefirió más bien mostrar el camino, que es él mismo, partiendo de acciones y gestos que son elocuentes por sí mismos, como el lavatorio de los pies, la institución de la eucaristía y el mandato y testamento del amor fraterno.
A partir de estos ejemplos personales de una entrega que culminará en su pasión y muerte, es como adquiere fuerza su palabra y la invita­ción a seguirlo. Su mensaje radica en unas actitudes nuevas ante Dios, el hombre y el mundo, uniendo la fe, la religión y la conducta moral. Actitudes que se reducen básicamente a una: amor total a Dios y al hermano.
Responsorio breve:
Ant.: Aleluya, aleluya.
          y recibe al que me ha enviado. Aleluya, aleluya.
          Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
          El que recibe a mi enviado me recibe a mí. Aleluya, aleluya.
Magníficat.
Ant.: Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a cantar)

Glorifica mi alma al Señor
y mi espíritu se llena de Dios mi Salvador.  (bis)
1.      Porque quiso mirar la condición humilde de su esclava.
Por eso me dirán que soy dichosa.
El todopoderoso hizo obras grandes.
Santo es su nombre
2.      Su ayuda alcanza a los que le temen
y prosigue siempre en sus hijos.
Su brazo llegó a todos los seguros
Arruinó a los soberbios,
despidió a los poderosos
y premió a los humildes

3.      Llenó a los hambrientos de lo bueno,
y despidió vacíos a los ricos
colmó a Israel, su siervo,
de su misericordia,
cumpliendo su promesa
desde ahora y  por siempre

Ant.:    Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.
Preces
Glorifiquemos a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle, diciendo:
-   Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
-    que tus beneficios abundantes se derramen sobre cuantos necesitamos en ti.
Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
-    visítanos con tu amor y líbranos de esta enfermedad que nos atemoriza y nos somete.
Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estas lleno de gloria,
-    levanta y consuela a los enfermos y libéralos de sus sufrimientos.
Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
-    libra a los contaminados de la enfermedad, y da salud y paz a todos tus hijos e hijas.
Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
-    concede la vida nueva de tu reino a los que han muerto.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre...

DECIMOS:

Padre nuestro que estás en el cielo.
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.


Final
Te damos gracias, Dios nuestro, por el ejemplo de humilde servicialidad que Cristo nos dejó al lavar los pies de sus discípulos como un esclavo.
Él nos dio un mandamiento de amor fraterno para ser contados entre sus amigos y conocer el secreto del Reino.
Oh Dios, amor sin medida, que nos amas con ternura, llénanos de tu Espíritu para que renazcamos como hijos tuyos en Cristo resucitado.
Haz que seamos de los que se atreven a soñar el día en que todos tus hijos e hijas, volvamos a ser hermanos y estemos dispuestos a pagar el precio, amando a los demás. Amén.
Canto a María.
Dios te Salve Maria


Dios te Salve María, sagrada María, Señora de nuestro camino.
Llena eres de gracia, llamada entre todas para ser la Madre de Dios,
el Señor es contigo, y tú eres la sierva, dispuesta a cumplir su misión,
y bendita tu eres, dichosa te llaman a ti, escogida de Dios.  
Y bendito es el fruto, que crece en tu vientre, el mesías del pueblo de Dios,
al que tanto esperamos que nazca, y que sea nuestro Rey.
María he mirado hacia el cielo, pensando entre nubes, tu rostro encontrar,
y al fin te encontré, en un establo entregando la vida, a Jesús Salvador.
María he querido sentirte, entre tantos milagros, que cuentan de ti,
al fin te encontré en mi camino, en la misma vereda que yo.
Tenías tu cuerpo cansando, un niño en los brazos durmiendo en tu paz.
María mujer que regalas la vida sin fin.
Tú eres Santa María eres Nuestra Señora, porque haces tan nuestro al Señor.
Eres Madre de Dios, eres mi tierna Madre, y Madre de la humanidad.
Te pedimos que ruegues  por todos nosotros heridos por tanto pecar,
desde hoy hasta el día final de este peregrinar.
María he buscado tu imagen serena  vestida entre mantos de luz,
y al fin te encontré dolorosa, llorando de pena a los pies de una cruz.


¡quédate en casa!
todo lo que puedas

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