Jueves de la Cuarta Semana de Pascua
(Se hace la señal de la cruz mientras se
dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de
los siglos. Amén. Aleluya
Himno: Hora de la tarde
Hora de la tarde, fin
de las labores,
amo de las viñas, paga
los trabajos de tus viña dores.
1. Al romper el día nos
apalabraste.
Cuidamos tu viña del alba a la
tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo
das de balde,
que a jornal de gloria no hay
trabajo grande.
2. Das al vespertino lo que al
mañanero.
Son tuyas las horas y tuyo el
viñedo.
A lo que sembramos dale
crecimiento.
Eres Tú la viña cuida los
sarmientos.
Salmodia
Salmo 143 - I Oración por
la victoria y la paz.
Ant: El Señor es el baluarte donde me
pongo a salvo. Aleluya.
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado
y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí.
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el
combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te
fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que
pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas
caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor es el baluarte donde me
pongo a salvo. Aleluya.
Salmo
143 – II: Acción de gracias por un pecador perdonado
Ant.: Demos gracias a Dios, que nos da la
victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
Dichoso el que está absuelto de su
culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Dios mío, te cantaré un cántico
nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez
cuerdas:
para ti que das la victoria a los
reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas
talladas,
estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el
Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.: Demos gracias a Dios, que nos da la victoria
por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
Cántico:
Ap 11, 17-18; 12, 10-12 El juicio de Dios
Ant.: Jesucristo es el mismo ayer y hoy,
y siempre. Aleluya.
Gracias te damos, Señor
Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las
gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los
muertos,
y de dar el galardón a tus siervos,
los profetas,
y a los santos y a los que temen tu
nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron
la tierra.
Ahora se estableció la
salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios
día y noche.
Ellos le vencieron en
virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que
dieron,
y no amaron tanto su vida que
temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.: Jesucristo es el mismo ayer y hoy,
y siempre. Aleluya.
Lecturas
Primera
lectura Hechos de
los Apóstoles 13, 13 - 25.
Dios sacó de la descendencia de
David un salvador: Jesús.
En aquellos días, mientras el paralítico
curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al
pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió
la palabra:
En aquellos días, Pablo y sus
compañeros se hicieron a la vela en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan
los dejó y se volvió a Jerusalén. Desde Perge siguieron hasta Antioquía de
Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la
lectura de la Ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a
decir:
- “Hermanos, si queréis exhortar al
pueblo, hablad”.
Pablo se puso en pie y, haciendo
seña de que se callaran, dijo:
- “Israelitas y los que teméis a
Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y
multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí
con brazo poderoso; unos cuarenta años los alimentó en el desierto, aniquiló
siete naciones en el país de Canaán y les dio en posesión su territorio, unos
cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel.
Pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín,
que reinó cuarenta años. Lo depuso y nombró rey a David, de quien hizo esta
alabanza: ‘Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que
cumplirá todos mis preceptos’. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia
un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo
Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: ‘Yo
no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las
sandalias’”.
Canto La Misericordia del Señor
La
misericordia del Señor, cada día cantaré
Cantaré eternamente las
misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.
Evangelio Juan 13, 16
- 20
El que recibe a mi enviado me
recibe a mí.
Cuando Jesús acabó de
lavar los pies a sus discípulos, les dijo:
- “Os aseguro, el
criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto
que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por
todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la
Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado". Os lo digo
ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.
Os lo aseguro: El que
recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me
ha enviado”.
Reflexión:
En
vez de teorías solemnes, el ejemplo, fue
el estilo que prefirió Jesús. La escena del lavatorio de los pies muestra claramente
cómo ha de ejercerse la autoridad en la comunidad de hermanos que es la
Iglesia: como servicio de amor. Y no sólo la autoridad, sino también la
convivencia y las relaciones entre los que integran la asamblea de fe, cuya
ley suprema es el amor fraterno. ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?,
pregunta Jesús a sus amigos después de lavarle los pies. Me llamáis "el Maestro”
y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor,
os he lavado los pies, aprended el ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo.
Jesús
no fue amigo de grandes definiciones doctrinales ni declaraciones solemnes.
Podría haber definido y aclarado teológicamente, por ejemplo, el significado y
modo de la eucaristía... el alcance y ejercicio de la autoridad en su Iglesia...
Cuántas discusiones, herejías y divisiones nos habríamos ahorrado en la Iglesia.
Pero no lo hizo, sino que mostró en un ejemplo y signo su actitud personal a
imitar por todos los que quieran llamarse discípulos suyos, es decir, por nosotros.
Tampoco
le gustaron a Cristo las filosofías deslumbrantes, pero vacías, ni las
prescripciones morales, ni los códigos, normas e imperativos jurídicos.
Prefirió más bien mostrar el camino, que es él mismo, partiendo de acciones y
gestos que son elocuentes por sí mismos, como el lavatorio de los pies, la
institución de la eucaristía y el mandato y testamento del amor fraterno.
A
partir de estos ejemplos personales de una entrega que culminará en su pasión y
muerte, es como adquiere fuerza su palabra y la invitación a seguirlo. Su
mensaje radica en unas actitudes nuevas ante Dios, el hombre y el mundo,
uniendo la fe, la religión y la conducta moral. Actitudes que se reducen
básicamente a una: amor total a Dios y al hermano.
Responsorio breve:
Ant.: Aleluya, aleluya.
y
recibe al que me ha enviado. Aleluya, aleluya.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
El
que recibe a mi enviado me recibe a mí. Aleluya, aleluya.
Magníficat.
Ant.: Yo soy el Pastor de las ovejas; yo
he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.
† (se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a cantar)
Glorifica
mi alma al Señor
y
mi espíritu se llena de Dios mi Salvador. (bis)
1. Porque quiso mirar la condición humilde de su esclava.
Por eso me dirán que soy dichosa.
El todopoderoso hizo obras grandes.
Santo es su nombre
2. Su ayuda alcanza a los que le temen
y prosigue siempre en sus hijos.
Su brazo llegó a todos los seguros
Arruinó a los soberbios,
despidió a los poderosos
y premió a los humildes
3. Llenó a los hambrientos de lo bueno,
y despidió vacíos a los ricos
colmó a Israel, su siervo,
de su misericordia,
de su misericordia,
cumpliendo su promesa
desde ahora y por
siempre
Ant.: Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido
para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.
Preces
Glorifiquemos a Cristo,
que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle,
diciendo:
- Tú que has resucitado
de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de tu
Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta
los confines del mundo:
- que tus beneficios abundantes se derramen sobre cuantos necesitamos
en ti.
Tú, Señor, que eres el
médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
- visítanos con tu amor y líbranos de esta enfermedad que nos atemoriza
y nos somete.
Tú que experimentaste
los dolores de la cruz y ahora estas lleno de gloria,
- levanta y consuela a
los enfermos y libéralos de sus sufrimientos.
Tú que anunciaste la
resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
- libra a los contaminados de la enfermedad, y da salud y paz a
todos tus hijos e hijas.
Tú, Señor, que en la
cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la
inmortalidad,
- concede la vida nueva
de tu reino a los que han muerto.
Con el gozo de sabernos
hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre...
DECIMOS:
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Te
damos gracias, Dios nuestro, por el ejemplo de humilde servicialidad que Cristo
nos dejó al lavar los pies de sus discípulos como un esclavo.
Él
nos dio un mandamiento de amor fraterno para ser contados entre sus amigos y
conocer el secreto del Reino.
Oh
Dios, amor sin medida, que nos amas con ternura, llénanos de tu Espíritu para
que renazcamos como hijos tuyos en Cristo resucitado.
Haz
que seamos de los que se atreven a soñar el día en que todos tus hijos e hijas,
volvamos a ser hermanos y estemos dispuestos a pagar el precio, amando a los
demás. Amén.
Canto a María.
Dios te Salve
Maria
Dios te Salve María, sagrada
María, Señora de nuestro camino.
Llena eres de gracia, llamada
entre todas para ser la Madre de Dios,
el Señor es contigo, y tú eres
la sierva, dispuesta a cumplir su misión,
y bendita tu eres, dichosa te
llaman a ti, escogida de Dios.
Y bendito es el fruto, que crece
en tu vientre, el mesías del pueblo de Dios,
al que tanto esperamos que nazca, y que sea nuestro
Rey.
María he mirado hacia el cielo,
pensando entre nubes, tu rostro encontrar,
y al fin te encontré, en un establo entregando la
vida, a Jesús Salvador.
María he querido sentirte, entre tantos milagros, que cuentan de ti,
al fin te encontré en mi camino, en la misma vereda que yo.
Tenías tu cuerpo cansando, un niño en los brazos durmiendo en tu paz.
María mujer
que regalas la vida sin fin.
Tú eres Santa María eres Nuestra
Señora, porque haces tan nuestro al Señor.
Eres Madre de Dios, eres mi
tierna Madre, y Madre de la humanidad.
Te pedimos que ruegues por
todos nosotros heridos por tanto pecar,
desde hoy hasta el día final de
este peregrinar.
María he buscado tu imagen
serena vestida entre mantos de luz,
y al fin te encontré dolorosa,
llorando de pena a los pies de una cruz.
¡quédate
en casa!
todo lo que puedas
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