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martes, 5 de mayo de 2020

Tiempo de Pascua: Oración del atardecer- Martes




Tiempo de Pascua
Martes de la cuarta semana
Oración del atardecer
Vísperas

(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/.    -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/.    -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo     
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya



Himno:       Aleluya es la fiesta del Señor



1.    Aleluya, aleluya, es la fiesta del Señor;
aleluya, aleluya, el Señor resucitó.

Aleluya, aleluya, es la fiesta del Señor;
aleluya, aleluya, el Señor resucitó.

2.    Ya no hay miedo, ya no hay muerte,
ya no hay penas que llorar,
porque Cristo sigue vivo,
la esperanza abierta está.

3.    Cuando un hombre a tu lado,
ya no sabe caminar,
no lo dejes de la mano,
dale tu felicidad.

4.    Cuando alguien te pregunte
dónde está la libertad,
que en tus obras él descubra,
que Jesús es quien la da.

5.    Si delante de los hombres
encendemos nuestra luz,
abriremos mil caminos
para la resurrección.

     Salmo 136             Junto a los canales de Babilonia.  

Ant:. Cantadnos un cantar de Sión. Aleluya.

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
"Cantadnos un cantar de Sión."

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: Cantadnos un cantar de Sión. Aleluya.

        Salmo 137                                Acción de gracias

Ant.: En medio de los peligros me conservaste la vida. Aleluya.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:

por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor de mi alma.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.

Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.

El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: En medio de los peligros me conservaste la vida. Aleluya.

       Cántico: Apocalipsis 5, 9 -12:     Himno de los redimidos

Ant: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.
Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

Lecturas                     Que tu palabra nos cambie el corazón



Primera lectura   Libro de los Hechos de los Apóstoles 11, 19 - 26.
Se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles el Señor Jesús.

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor.
Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.
Canto: Salmo 92    Pon tu mano en la mano

Pon tu mano en la mano de aquél que está a tu lado,
pon tu mano en la mano porque Él te guiará,
Mira dentro de ti y comprenderás que hay mucho que llenar
porque tu mano en la mano de Él te ayudará.
Él está junto a ti si crees necesitarlo
Él está para hablar y escuchar para llamarlo
como el agua del mar, como libertad, como tu imaginación
Él está y es tan grande que calma tu corazón.
Él está en cada cosa que estás regalando
Él está en cada cosa que estás esperando
de noche y de día y ante el tren de la vida
en cada paso donde está Dios

Él está como siempre en el andén de tu interior

Evangelio                                     Juan 10, 22 - 30                                                                  Yo y el Padre somos uno.

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
- “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”.
Jesús les respondió:
- “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”.

Reflexión:
Es más frecuente de lo que pensamos. Los creyentes decimos creer en Dios, pero en la práctica vivimos como si no existiera. Éste es también el riesgo que tenemos hoy al abordar la crisis religiosa actual y el futuro incierto de la Iglesia. Vivir estos momentos de manera atea.
Ya no sabemos caminar en la “presencia de Dios”. Analizamos nuestras crisis y planificamos el trabajo pensando sólo en nuestras posibilidades. Se nos olvida que el mundo está en manos de Dios, no en las nuestras. Ignoramos que el Gran Pastor que cuida y guía la vida de cada ser humano es Dios.
Vivimos como cristianos “huérfanos”” que han perdido a su Padre. La crisis nos desborda. Lo que se nos pide nos parece excesivo. Es imposible perseverar con ánimo en una tarea, cuando no se ve el éxito por ninguna parte. Nos sentimos solos y cada uno se defiende como puede.
Según el relato evangélico, Jesús está en Jerusalén comunicando su mensaje. Es invierno y, para no enfriarse, se pasea por uno de los pórticos del templo, rodeado de judíos que lo acosan con sus preguntas. Jesús está hablando de las “ovejas” que escuchan su voz y le siguen. En un momento determinado dice: Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.
Según Jesús, Dios supera a todos. Que nosotros estemos en crisis, no significa que Dios está en crisis. Que los cristianos perdamos el ánimo, no quiere decir que Dios se haya quedado sin fuerzas para salvar. Que nosotros no sepamos dialogar con el hombre de hoy, no significa que Dios ya no encuentre caminos para hablar al corazón de cada persona. Que las gentes se marchen de nuestras iglesias, no quiere decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras.
Dios es Dios. Ninguna crisis religiosa y ninguna mediocridad de la Iglesia podrán arrebatar de sus manos a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito. Dios no abandona a nadie. Tiene sus caminos para cuidar y guiar a cada uno de sus hijos, y sus caminos no son necesariamente los que nosotros le pretendemos trazar.
Responsorio Breve

Ant.: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Aleluya, aleluya.
          Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
          Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

                                         Magníficat.                                                      
                                Yo cantaré al Señor un himno grande

Ant.: Yo conozco a mis ovejas, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Aleluya.



 (Se hace la señal de la cruz mientras se comienza a cantar)
Yo cantaré al Señor un himno grande.
Yo cantaré al Señor una canción.

Mi alma se engrandece, mi alma canta al Señor.
Mi alma se engrandece, mi alma canta al Señor.

Proclama mi alma la grandeza de Dios.
Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador,
porque ha mirado
la humillación de su sierva.
la humillación de su sierva.
Cantad conmigo la grandeza de Dios.
Todas las naciones alabad al Señor.

Yo cantaré....

Ant.: Yo conozco a mis ovejas, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Aleluya.

Preces
Invoquemos a Cristo, que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo, y digámosle:
-    Señor, tú que vives para nosotros, escúchanos
Señor Jesús, cuyo costado fue traspasado en la Cruzó,
-    ayúdanos a soportar nuestros dolores y dolencias.
Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a tus amigos el cuidado de tus hermanos,
-    concédenos ayudarnos unos a otros, respetando las distancias físicas.
Tú que enviaste a los discípulos a sanar a los enfermos,
-    que quienes cuidan hoy de nosotros, no desfallezcan.
Tú que preparaste a la orilla del mar pan y pescado para los discípulos,
-    no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.
Señor Jesús, nuevo Adán que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya,
-    para que compartan contigo la alegría de tu Reino.
Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común de todos:
Padre nuestro (En el mar he oido hoy) 


En el mar he oído hoy, Señor,
tu voz, que me llamó y me pidió
que me entregara a mis hermanos.
Esa voz me transformó,
mi vida entera ya cambió
y sólo pienso ahora, Señor, en repetirte:

Padre nuestro, en ti creemos.
Padre nuestro, te ofrecemos.
Padre nuestro,
nuestras manos de hermanos. (Bis)

Cuando vaya a otro lugar,
tendré, Señor, que abandonar a mi familia,
a mis amigos por seguirte;
pero sé que así algún día
podré enseñar tu verdad
a mi hermano y junto a él yo repetirte:.

Final

Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado, y pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Canto a María  

Yo Vengo A Ofrecer Mi Corazón

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Tanta sangre que se llevó el río
Yo vengo a ofrecer mi corazón

No será tan fácil, ya sé qué pasa
No será tan simple como pensaba
Como abrir el pecho y sacar el alma
Una cuchillada del amor

Cuna de los pobres siempre abierta
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Como un documento inalterable
Yo vengo a ofrecer mi corazón

Y uniré las puntas de un mismo lazo
Y me iré tranquilo, me iré despacio
Y te daré todo, y me darás algo
Algo que me alivie un poco más

Cuando no haya nadie cerca o lejos
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Cuando los satélites no alcancen
Yo vengo a ofrecer mi corazón

Y hablo de países y de esperanzas
Hablo por la vida, hablo por la nada
Hablo de cambiar ésta, nuestra casa
De cambiarla por cambiar, nomás
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón


¡quédate en casa!

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