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domingo, 26 de abril de 2020

Tercer Domingo de Pascua: Oración de la mañana- Laudes



Tiempo de Pascua
Tercer Domingo de Pascua
solemnidad
Oración de la mañana
Laudes





(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Himno:                                         Cristo, alegría del mundo
Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.

En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.

La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.

Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.

En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.

Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia..

Salmo 92       Gloria del Dios creador

Ant:  El Señor reina, vestido de majestad. Aleluya.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant:  El Señor reina, vestido de majestad. Aleluya.

Daniel 3, 57-88. 56     Toda la creación alabe al Señor

Ant:            La creación se verá liberada, para entrar en la libertad gloriosa de los Hijos de Dios. Aleluya.


Criaturas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles de Dios, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del cielo, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra a su Señor,
y lo ensalce por todos los siglos.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Nieves y escarchas, bendecid al Señor;
noches y días, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra a su Señor,
y lo ensalce por todos los siglos.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
frutos de la tierra, bendecid al Señor.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel a su Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra a su Señor,
y lo ensalce por todos los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant:     La creación se verá liberada, para entrar en la libertad gloriosa de los Hijos de Dios. Aleluya

Salmo 148 A             Alabanza del Dios creador 

Ant:  El nombre del Señor es sublime sobre el cielo y la tierra. Aleluya.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna; alabadlo,
estrellas lucientes. Alabadlo,

espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,

rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,

montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,

fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,

los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,

alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant:  Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como lo había anunciado. Aleluya.

Lecturas
Primera lectura        Libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 22-33.
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
- “Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que “no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción”, hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos.
Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo”.
Palabra de Dios.

Canto                 La muralla                       Quilapayún


Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos
los negros, sus manos negras los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte
desde el monte hasta la playa, allá sobre el horizonte.
-¡Tun, tun! -¿Quién es? -Una rosa y un clavel...
-¡Abre la muralla!
-¡Tun, tun! -¿Quién es? -El sable del coronel...
-¡Cierra la muralla!
-¡Tun, tun! -¿Quién es? -La paloma y el laurel...
-¡Abre la muralla!
-¡Tun, tun! -¿Quién es? -El gusano y el ciempiés...
-¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo: abre la muralla;
al veneno y al puñal: cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena: abre la muralla;
al diente de la serpiente: cierra la muralla;
al corazón del amigo: abre la muralla
al ruiseñor en la flor: abre la muralla...
Alcemos esta muralla juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte
desde el monte hasta la playa, allá sobre el horizonte.

Evangelio                                                      Lucas 24, 13-35

Lo reconocieron al partir el pan. 

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:
- “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”.
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?”.
Él les pregunto:
- “¿Qué?”..
Ellos le contestaron:
- “Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo:
- “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”.
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
- “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída”.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
- “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión
En el nuevo testamento, las apariciones de Jesús, ya resucitado, nos abren ciertas consideraciones y este de Emaús, lo hace de forma muy especial.
El ánimo de los dos discípulos está muy definido desde el principio; y es el mismo en el que nos podeos encontrar muchos cristianos, una y otra vez. Los discípulos poseen aparentemente todos los elementos necesarios para creer. Conocen las Escrituras, así como el mensaje de Jesús, su actuación y su muerte en la cruz. Han escuchado también el mensaje de la resurrección. Las mujeres les han comunicado su experiencia y les han confesado que “está vivo”. Todo es inútil. Ellos siguen su camino envueltos en tristeza y desaliento. Todas las esperanzas puestas en Jesús se han desvanecido con el fracaso de la cruz.
Lucas nos revela dos caminos para recuperar la esperanza y la fe viva en el Resucitado. El primero es la escucha de la palabra de Jesús. Aquellos hombres siguen, a pesar de todo, pensando en Jesús, hablando de Él, preguntando por Él. Y es precisamente entonces, cuando el Resucitado se hace presente en su caminar. Allí donde unos hombres y mujeres recuerdan a Jesús y se preguntan por el significado de su mensaje y su persona, allí está Él, aunque sean incapaces de reconocer su presencia y su compañía.
No esperemos grandes prodigios. Si alguna vez, al escuchar el Evangelio de Jesús y recordar sus palabras, hemos sentido “arder nuestro corazón”, no olvidemos que Él camina junto a nosotros.
Pero también nos recuerda una segunda experiencia. Es el gesto de la Eucaristía. Los discípulos retienen al caminante desconocido para cenar juntos en la aldea de Emaús. El gesto es sencillo pero entrañable. Unos caminantes cansados del viaje se sientan a compartir la misma mesa. Se aceptan como amigos y descansan juntos de las fatigas de un largo caminar. Es entonces cuando a los discípulos se les van a «abrir sus ojos» para descubrir a Jesús como alguien que alimenta sus vidas, los sostiene en el cansancio y los fortalece para el camino.
Si alguna vez, por pequeña que sea nuestra experiencia, al celebrar la Eucaristía, nos sentimos fortalecidos en nuestro camino y alentados para continuar nuestro vivir diario, no olvidemos que Él es nuestro “pan de vida”.

Ant:  Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Siempre hay algo que crear.

Ant:  La resurrección de Jesús nos abre espacios de ilusión y esperanza . Aleluya.

(con alegría cantamos el canto)


Siempre en la vida hay algo que crear.
Siempre en la vida hay cumbres que alcanzar.
Siempre en la vida hay flores,
siempre hay cruces que llevar.
Siéntete peregrino y echa a andar.
Siempre en la vida hay algo que crear.
Mil proclamas al viento que gritar.
Una casa gigante, que nos pueda cobijar,
a todos los peregrinos de la paz.

Siempre hay algo que crear,
nuevas rutas y horizontes de hermandad.
Siempre hay algo que esperar,
Jesucristo es el camino y la verdad.

Siempre en la vida hay algo que soñar.
Siempre hay una madre a quien besar.
Siempre hay un camino,
que nos lleva más allá.
Siéntete peregrino y echa a andar.
Siempre en la vida hay algo que esperar.
Un cielo y una tierra que él nos da.
Una oración al Padre, que nos haga levantar.
Un mundo sin privilegios y en igualdad

Ant:  La resurrección de Jesús nos abre espacios de ilusión y esperanza . Aleluya.

Preces
Oremos a Cristo, autor de la vida a quien Dios resucitó de entre los muertos, y que por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:
-    Cristo, vida nuestra, sálvanos
Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto,
-    concédenos vivir hoy en tu alabanza.
Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz,
-    concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.
Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes,
-    enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.
Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa,
-    para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello, nos atrevemos a decir:

Padre Nuestro

(Coro Cantaré)


Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,

Venga a nosotros tu reino de amor
y hágase tu voluntad
En la tierra como en el cielo,

Danos hoy nuestro pan, el pan Señor de cada día.
Danos hoy nuestro pan, el pan Señor de cada día.
Perdona nuestras ofensas así como nosotros también perdonamos a quien nos ofende
Y no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.

Final
 Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Canto a María.

La canción de Maria madre de Dios



¡quédate en casa! y
¡CUÍDATE! 

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