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sábado, 2 de mayo de 2020

Tiempo de Pascua: Oración del atardecer- Sábado

Tiempo de Pascua
Sábado de la tercera semana de Pascua,
Oración del atardecer
Vísperas

(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya



Himno:    Qué ves en la noche



¿Qué ves en la noche, dinos centinela?

1.      Dios como un almendro con la flor despierta;
Dios que nunca duerme busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela.

2.      Gallos vigilantes que la noche alertan.
Quien negó tres veces otras tres confiesa,
y pregona el llanto lo que el miedo niega.

3.      Muerto lo bajaban a la tumba nueva.
Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos, piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos, y la muerte muerta.
Dios en las criaturas, ¡y eran todas buenas! Amén


Salmo 134 - I  Himno a Dios, realizador de maravillas



Ant.:    Me alegré cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor. (Bis)
1.     Ya nuestros pasos detienen su andar,
¡Jerusalén!¡Jerusalén!
Antes tus puertas con admiración.
¡Jerusalén!¡Jerusalén!

2.       Que haya paz para todos aquí.
¡Jerusalén!¡Jerusalén!
Que se amen todos por amor a Dios.
Que haya paz, reine el amor.

3.       Que sea alabado bendito el Señor,
El Dios de Abrahán, Dios de Israel,
Que se dé gloria y honor a Yavé.
A nuestro Dios gloria y honor.

Ant.:    Me alegré cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor. (Bis)
                        Salmo 129 I                                Desde lo hondo, a ti grito, Señor

Ant.:    Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.


Cántico: Flp 2, 6-11           Cristo, siervo de Dios en su misterio pascual

Ant:  ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant:  ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

Lecturas

Primera lectura         Libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 31 - 42.
La Iglesia se iba construyendo y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo,
En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Pedro recorría el país y bajó a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
—«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y haz la cama».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacia infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Lida está cerca de Jafa. Al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro se fue con ellos. Al llegar a Jafa, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela cuando vivía. Pedro mandó salir fuera a todos. Se arrodilló, se puso a rezar y, dirigiéndose a la muerta, dijo:
—«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él la cogió de la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, se la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.

Canto                                           A Quién Iré (Lisbeth Melgar)


Oh, cuán difícil es a veces caminar
En los momentos es que todo sale mal
Pero yo sé que estas aquí y que Tú no me olvidaras
Pues con mi fe veo Tu amor y Tu bondad

Oh, cuán difícil es a veces continuar
Cuando no entiendes los porqués de la vida
Pero Te puedo contemplar en Tu madero en soledad
Y me consuela saber que has estado en mi lugar

Aunque no merezco Tu amor, Tú me lo das
Y no me pides nada a cambio en su lugar

¿A quién iré, Jesús? ¿A quién iré, mi Dios?
Sí solo Tú me das la fuerza para continuar

No hay callejón tan obscuro Donde no pueda ver Tu luz
Donde no pueda pronunciar Tu nombre, Jesús

Oh cuán difícil es a veces continuar
Cuando no entiendes los porqués de la vida
Pero te puedo contemplar en tu madero en soledad
Y me consuela saber que has estado en mi lugar

Aunque no merezco Tu amor tú me lo das
Y no me pides nada a cambio en su lugar

¿A quién iré, Jesús? ¿A quién iré, mi Dios?
Sí solo Tú me das la fuerza para continuar

No hay callejón tan obscuro Donde no pueda ver Tu luz
Donde no pueda pronunciar Tu nombre, Jesús

Evangelio                                       Juan 6, 60- 69
¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
—«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
—«¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
—«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
—«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
—«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

Reflexión:
Uno de los argumentos más convincentes de la fe cristiana son las señales milagrosas con las que acredita su veracidad. 
 Lucas recoge tradiciones que pintan a Pedro yendo de un sitio a otro predicando el evangelio y curando enfermos o resucitando a difuntos. Detrás de los beneficiados hay una comunidad que intercede por ellos. Este contexto hay que tomarlo en cuenta para comprender el lugar propio donde germina y opera la verdad del evangelio.
Quizá estemos instalados y cómodos con nuestra identidad y modos de ser cristianos, que hacemos relucir los domingos y días de guardar. Pero estos días pascuales nos deben sacudir la modorra en la que nos hemos instalado. Desperezarnos para salir a donde se necesitan Buenas Noticias, para callejear con el amor solidario la verdad de que Cristo vive y actúa en y por nosotros, en favor de los desfavorecidos.
¿Dónde están los escenarios donde se necesitan las señales de la verdad del Evangelio? 
¿Qué señal de fe activaré para que el Espíritu Santo sea percibido en mi barrio?

Responsorio Breve

Ant.: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Aleluya, aleluya.
          Tú tienes palabras de vida eterna. Aleluya, aleluya
          Gloria al Padre y al Hijo, y al espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
          Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Aleluya, aleluya.

Magníficat.
 (Taizé)

Ant.:    Yo soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos. Aleluya.


Magnificat, magnificat, magnificat, anima mea, Domino.
Magnificat, magnificat, magnificat, anima mea. 

(Hacemos la señal de la cruz y, sobre el canto, recitamos el canto de María)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación. 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Yo soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos. Aleluya
Preces

Oremos a Cristo, que resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y digámosle:
-    Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor
Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
-    conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
Tú que eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
-    haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.
Tú que eres el único esposo de la Iglesia nacida de tu costado,
-    haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.
Tú que eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos,
-    concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.
Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
-    alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos, y de manera especial a nuestro hermano Juan que fue hacia el Padre , hoy hace diez años.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir: 

Padre nuestro
(Gallego)

Final

Dios misericordioso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Canto a María.
Junto a ti María (Madre, madre)


Junto a ti María, como un niño quiero estar,
tómame en tus brazos guíame en mi caminar.
Quiero que me eduques, que me enseñes a rezar,
hazme transparente, lléname de paz.
Madre, Madre, Madre, Madre, (Bis)
Gracias Madre mía por llevarnos a Jesús,
haznos más humildes, tan sencillos como Tú.
Gracias Madre mía por abrir tu corazón,
porque nos congregas y nos das tu amor.

¡quédate en casa!

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