Sábado de la tercera semana de Pascua,
Oración
del atardecer
Vísperas
(Se hace la señal de la cruz mientras se
dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos. Amén. Aleluya Himno: Qué ves en la noche
¿Qué ves en la noche, dinos
centinela?
1.
Dios como un almendro con la flor despierta;
Dios que nunca duerme busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela.
Dios que nunca duerme busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela.
2.
Gallos vigilantes que la noche alertan.
Quien negó tres veces otras tres confiesa,
y pregona el llanto lo que el miedo niega.
Quien negó tres veces otras tres confiesa,
y pregona el llanto lo que el miedo niega.
3.
Muerto lo bajaban a la tumba nueva.
Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos, piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos y la tierra nueva. Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos, piedra contra piedra.
Cristo entre los vivos, y la muerte muerta.
Dios en las criaturas, ¡y eran todas buenas! Amén
Salmo 134 - I Himno a Dios, realizador de maravillas
Ant.: Me alegré cuando me dijeron, vamos a la
casa del Señor. (Bis)
1.
Ya
nuestros pasos detienen su andar,
¡Jerusalén!¡Jerusalén!
Antes tus
puertas con admiración.
¡Jerusalén!¡Jerusalén!
2.
Que
haya paz para todos aquí.
¡Jerusalén!¡Jerusalén!
Que se amen
todos por amor a Dios.
Que haya paz,
reine el amor.
3.
Que
sea alabado bendito el Señor,
El Dios de
Abrahán, Dios de Israel,
Que se dé
gloria y honor a Yavé.
A nuestro Dios
gloria y honor.
Ant.: Me alegré cuando me dijeron, vamos a la
casa del Señor. (Bis)
Salmo
129 I Desde lo
hondo, a ti grito, Señor
Ant.: Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos,
Señor,
quién podrá resistir?
Pero de ti procede el
perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al
Señor,
más que el centinela la
aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la
aurora;
porque del Señor viene
la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de
todos sus delitos.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant.: Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
Cántico: Flp 2, 6-11 Cristo, siervo de Dios en su misterio pascual
Ant: ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Cristo, a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde de su
categoría de Dios;
al contrario, se
despojó de su rango
y tomó la condición de
esclavo,
pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando como un hombre
cualquiera,
se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el
«Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre
de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la
tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos. Amén.
Ant: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto
para entrar en su gloria? Aleluya.
Lecturas
Primera lectura Libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 31 - 42.
La Iglesia se iba construyendo y se
multiplicaba, animada por el Espíritu Santo,
En aquellos días, la Iglesia gozaba
de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en la
fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Pedro recorría el país y bajó a ver
a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un
paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
—«Eneas, Jesucristo te da la salud;
levántate y haz la cama».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron
todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada
Tabita, que significa Gacela. Tabita hacia infinidad de obras buenas y de
limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la
sala de arriba.
Lida está cerca de Jafa. Al
enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a
rogarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro se fue con ellos. Al llegar a Jafa,
lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron las viudas, mostrándole
con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela cuando vivía. Pedro mandó
salir fuera a todos. Se arrodilló, se puso a rezar y, dirigiéndose a la muerta,
dijo:
—«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a
Pedro, se incorporó. Él la cogió de la mano, la levantó y, llamando a los
santos y a las viudas, se la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos
creyeron en el Señor.
Canto A
Quién Iré (Lisbeth Melgar)
Oh, cuán difícil es a veces caminar
En los momentos es que todo sale mal
Pero yo sé que estas aquí y que Tú no me olvidaras
Pues con mi fe veo Tu amor y Tu bondad
Oh, cuán difícil es a veces continuar
Cuando no entiendes los porqués de la vida
Pero Te puedo contemplar en Tu madero en soledad
Y me consuela saber que has estado en mi lugar
Aunque no merezco Tu amor, Tú me lo das
Y no me pides nada a cambio en su lugar
¿A quién iré, Jesús? ¿A quién iré, mi Dios?
Sí solo Tú me das la fuerza para continuar
No hay callejón tan obscuro Donde no pueda ver Tu luz
Donde no pueda pronunciar Tu nombre, Jesús
Oh cuán difícil es a veces continuar
Cuando no entiendes los porqués de la vida
Pero te puedo contemplar en tu madero en soledad
Y me consuela saber que has estado en mi lugar
Aunque no merezco Tu amor tú me lo das
Y no me pides nada a cambio en su lugar
¿A quién iré, Jesús? ¿A quién iré, mi Dios?
Sí solo Tú me das la fuerza para continuar
No hay callejón tan obscuro Donde no pueda ver Tu luz
Donde no pueda pronunciar Tu nombre, Jesús
Evangelio Juan 6, 60-
69
¿A quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna.
En aquel tiempo, muchos discípulos
de Jesús, al oírlo, dijeron:
—«Este modo de hablar es duro,
¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos
lo criticaban, les dijo:
—«¿Esto os hace vacilar?, ¿y si
vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da
vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio
quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
—«Por eso os he dicho que nadie puede
venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos
suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
—«¿También vosotros queréis
marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
—«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú
tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
consagrado por Dios».
Reflexión:
Uno de los argumentos
más convincentes de la fe cristiana son las señales milagrosas con las que
acredita su veracidad.
Lucas recoge tradiciones que pintan a Pedro
yendo de un sitio a otro predicando el evangelio y curando enfermos o
resucitando a difuntos. Detrás de los beneficiados hay una comunidad que
intercede por ellos. Este contexto hay que tomarlo en cuenta para comprender el
lugar propio donde germina y opera la verdad del evangelio.
Quizá estemos
instalados y cómodos con nuestra identidad y modos de ser cristianos, que
hacemos relucir los domingos y días de guardar. Pero estos días pascuales nos
deben sacudir la modorra en la que nos hemos instalado. Desperezarnos para
salir a donde se necesitan Buenas Noticias, para callejear con el amor
solidario la verdad de que Cristo vive y actúa en y por nosotros, en favor de
los desfavorecidos.
¿Dónde están los escenarios
donde se necesitan las señales de la verdad del Evangelio?
¿Qué señal de fe
activaré para que el Espíritu Santo sea percibido en mi barrio?
Responsorio Breve
Ant.: Tus palabras, Señor, son espíritu y
vida. Aleluya, aleluya.
Tú
tienes palabras de vida eterna. Aleluya, aleluya
Gloria
al Padre y al Hijo, y al espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida. Aleluya, aleluya.
Magníficat.
(Taizé)
Ant.: Yo
soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará
pastos. Aleluya.
Magnificat,
magnificat, magnificat, anima mea, Domino.
Magnificat,
magnificat, magnificat, anima mea.
† (Hacemos la señal de la cruz y, sobre el canto,
recitamos el canto de María)
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi
espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado
la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es
santo,
y su
misericordia llega a sus fieles
de generación en
generación.
Él hace proezas
con su brazo:
dispersa a los
soberbios de corazón,
derriba del
trono a los poderosos
y enaltece a los
humildes,
a los
hambrientos los colma de bienes
y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de
la misericordia
-como lo había
prometido a nuestros padres-
en favor de
Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant.: Yo
soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará
pastos. Aleluya
Preces
Oremos a
Cristo, que resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva
vida, y digámosle:
- Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor
Tú que eres la
piedra desechada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
- conviértenos a nosotros en piedras vivas de
tu Iglesia.
Tú que eres el
testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
- haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de
ti ante el mundo.
Tú que eres el
único esposo de la Iglesia nacida de tu costado,
- haz que todos nosotros seamos testigos de
este misterio nupcial.
Tú que eres el
primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los
siglos,
- concede a todos los bautizados perseverar
fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.
Tú que eres la
lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
- alumbra con tu claridad a
nuestros hermanos difuntos, y de manera especial a nuestro hermano Juan que fue hacia el Padre , hoy hace diez años.
Porque Jesús ha
resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro
(Gallego)
Final
Dios misericordioso y eterno, que has
dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos
también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil
rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
Canto a
María.
Junto a ti María
(Madre, madre)
Junto
a ti María, como un niño quiero estar,
tómame en tus brazos guíame en mi caminar.
tómame en tus brazos guíame en mi caminar.
Quiero
que me eduques, que me enseñes a rezar,
hazme transparente, lléname de paz.
hazme transparente, lléname de paz.
Madre, Madre, Madre, Madre, (Bis)
Gracias
Madre mía por llevarnos a Jesús,
haznos más humildes, tan sencillos como Tú.
haznos más humildes, tan sencillos como Tú.
Gracias Madre mía por abrir tu
corazón,
porque nos congregas y nos das tu amor.
porque nos congregas y nos das tu amor.
¡quédate
en casa!
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