Tiempo
de Pascua
Sábado de la Octava de Pascua, solemnidad
Oración
del atardecer
Vísperas
(Se hace la señal de la cruz mientras se
dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de
los siglos. Amén. Aleluya
Himno: Cristo ha resucitado (Valivan)
El Señor había dicho claramente a
sus amigos
que serían los testigos de lo que ya estaba escrito.
Que iba a ser crucificado, que le
harían mil heridas,
que le quitarían la vida y de la muerte volvería.
Pero cuando le mataron sus amigos
sólo vieron
el fracaso y el
entierro y del triunfo se olvidaron.
Mas pasó como él decía y el poder
del Dios del cielo
convirtió el amargo duelo en inmensa alegría.
Cuando aún no amanecía, las mujeres
con ungüentos
fueron
a buscarlo muerto pero vieron que vivía.
Cristo ha
resucitado. Cristo ha resucitado.
Pedro y Juan después corrieron
hacia aquel sepulcro abierto
y al ver que no había cuerpo
comprendieron
y creyeron.
Cristo ha
resucitado. Cristo ha resucitado.
Y lloraron de alegría
y después para su gozo
el Señor vivo y glorioso
en
cuerpo y alma aparecía.
Y esta es fe
de los cristianos
que el Señor del universo
junto al Padre está en los cielos,
ahora
que ha resucitado.
Cristo ha
resucitado. Cristo ha resucitado.
Junto al padre en su reinado.
Un reinado para siempre.
Durará eternamente.
Cristo
ha resucitado
Salmo
118, 105-112 Himno a la ley divina
Ant: El que realiza la verdad se acerca a
la luz. Aleluya.
Lámpara es tu palabra para mis
pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que
pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia
perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus
leyes,
siempre y cabalmente.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El que realiza la verdad se acerca a
la luz. Aleluya.
Salmo 15 El Señor es
el lote de mi heredad
Ant: El Señor, rotas las ataduras de la
muerte, ha resucitado. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, que me refugio
en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis
manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y
mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye
internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Cántico: Flp 2, 6-11 Cristo, siervo de Dios en su misterio
pascual
Ant: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para
entrar en su gloria?
Aleluya.
Cristo, a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde de
su categoría de Dios;
al contrario, se
despojó de su rango
y tomó la
condición de esclavo,
pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando como un hombre
cualquiera,
se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte,
y una muerte de
cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el
«Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la
tierra, en el abismo,
y toda lengua
proclame:
Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el
principio, ahora y siempre,
por los siglos de
los siglos. Amén.
Ant: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para
entrar en su gloria? Aleluya.
LECTURAS
Primera lectura Libro
de los Hechos de los Apóstoles 4, 13-21.
No podemos menos de contar lo que
hemos visto y oído.
En aquellos días,
los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro
y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron
y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos
al hombre que habían curado, no encontraban respuesta.
Les mandaron salir
fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar:
- «¿Qué vamos a
hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo
Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les
prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.»
Los llamaron y les
prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan
replicaron:
-«¿Puede aprobar
Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros. Nosotros
no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.»
Repitiendo la
prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el
pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.
Canto Id
y enseñad
1.
Sois la semilla que ha de crecer, sois la estrella que ha
de brillar.
Sois levadura, sois grano de sal, antorcha que debe alumbrar.
Sois la mañana que vuelve a nacer, sois la espiga que empieza a granar.
Sois aguijón y caricia a la vez, testigos que voy a enviar.
Id, amigos, por
el mundo, anunciando el amor,
mensajeros de la
vida, de la paz y el perdón.
Sed, amigos, los
testigos de mi resurrección.
Id llevando mi
presencia, con vosotros estoy.
2.
Sois una llama que ha de encender resplandores de fe y
caridad.
Sois los pastores que han de guiar al mundo por sendas de paz.
Sois los amigos que quise escoger, sois palabras que intento gritar.
Sois reino nuevo que empieza a engendrar justicia, amor y verdad.
3.
Sois fuego y savia que viene a traer, sois la ola que
agita la mar.
La levadura pequeña de ayer Fermenta la masa del pan.
Una ciudad no se puede esconder ni los montes se han de ocultar.
En vuestras obras que buscan el bien los hombres al Padre verán
Evangelio Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado
al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena,
de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus
compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle
decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se
apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos
fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se
apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían
visto resucitado. Y les dijo:
- «Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
(Guardamos unos minutos de
silencio y reflexionamos sobre las lecturas y el canto):
Ant: Éste es el día en que actuó el
Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
Magníficat.
Ant: A los ocho días, estando cerradas
las puertas, llegó el Señor y les dijo: «Paz a vosotros». Aleluya.
† (Con el
video de fondo, hacemos la señal de la cruz y recitamos el canto de María)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de
su sierva.
Porque ha mirado mi pequeñez.
Las generaciones me felicitarán,
porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí:
su nombre es santo y su misericordia
llega a sus fieles de generación en
generación.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de
bienes
y a los ricos los despide vacíos,
los despide vacíos.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros
padres
en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Proclama mi alma, Proclama mi alma.
Ant: A los ocho días, estando cerradas
las puertas, llegó el Señor y les dijo: «Paz a vosotros». Aleluya.
Preces
Oremos a Cristo,
que resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y
digámosle:
- Tú
que vives eternamente, danos eternamente tu vida, Señor
Tú que eres la piedra desechada por
los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
- conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu
Iglesia.
Tú que eres el testigo fiel y veraz,
el primogénito de entre los muertos,
- haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el
mundo.
Tú que siempre has cuidado de tu
Iglesia, nacida de tu costado,
- ayuda y fortalece a todos nuestros enfermos para que
salgan adelante, libres de la enfermedad.
Tú que siempre estuviste atento para
sanar los cuerpos y los espíritus doloridos,
- infunde ese espíritu tuyo a nuestros médicos,
enfermeras, auxiliares, celadores, cocineros, limpiadores... que cuidan hoy de
los enfermos.
Tú que eres la lámpara que ilumina
la ciudad santa de Dios,
- alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.
Movidos por el Espíritu Santo,
dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro
(Gallego)
Final
Dios misericordioso, refugio en todo peligro, vuelve tu mirada hacia nosotros que con fe te imploramos en la tribulación y concede el alivio a los que lloran, la salud a los enfermos, la paz a los que mueren, la fuerza a los trabajadores de la salud, el espíritu de sabiduría a los gobernantes y el ánimo de acercarse a todos con amor para glorificar juntos tu santo nombre
Canto a
María.
Dime, Madre
¡quédate
en casa!
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