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viernes, 1 de mayo de 2020

Tiempo de Pascua: Oración del atardecer- Viernes


Tiempo de Pascua
Viernes de la tercera semana de Pascua,
Oración del atardecer
Vísperas


(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. - Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. - Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya


Himno:                                                           Corazón libre (Mercedes Sosa)


No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.
Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,
los únicos vencidos corazón, son los que no luchan.
No los dejes corazón que maten la alegría,
remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas.
Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,
el tacto de la vida corazón, carne de primaveras.
Se equivocan corazón, con frágiles cadenas,
más viento que raíces corazón, destrózalas y vuela.
No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,
serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas.
Adelante corazón, sin miedo a la derrota, durar,
no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa.

Salmo 134 - I        Himno a Dios, realizador de maravillas.

Ant.:    Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios -en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dió su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.

                        Salmo 134 - II                                                                

Ant.:    Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Aleluya.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que lo hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.:    Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Aleluya.

 Cántico: Ap 15, 3-4                   Himno de adoración

Ant.: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las acciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.

Lecturas                         Lámpara es tu palabra Señor



Primera lectura          Libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 1 - 20.
Es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a los pueblos

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
- “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.
Preguntó él:
- “¿Quién eres, Señor?”.
Respondió la voz:
- “Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer”.
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
- “Ananías”.
Respondió él:
- “Aquí estoy, Señor”.
El Señor le dijo:
- “Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista”.
Ananías contestó:
- “Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre”.
El Señor le dijo:
- “Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre”.
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
- “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo”.
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

Canto                                        Sobreviviendo (Illapu)



1.       Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron
Sobreviviendo dije, sobreviviendo
tengo un poema escrito más de mil veces,
en él repito siempre que mientras alguien
proponga muerte sobre esta tierra
y se fabriquen armas para la guerra,
yo pisaré estos campos sobreviviendo.
Todos frente al peligro, sobreviviendo,
tristes y errantes hombres, sobreviviendo.
SOBREVIVIENDO, SOBREVIVIENDO,
SOBREVIVIENDO, SOBREVIVIENDO.

2.       Hace tiempo no río como hace tiempo,
y eso que yo reía como un jilguero.
Tengo cierta memoria que me lastima,
y no puedo olvidarme lo de Hiroshima.
Cuánta tragedia, sobre esta tierra...
hoy que quiero reírme apenas si puedo,
ya no tengo la risa como un jilguero
ni la paz de los pinos del mes de enero,
ando por este mundo sobreviviendo.

3.       Ya no quiero ser sólo un sobreviviente,
quiero elegir el día para mi muerte.
Tengo la carne joven, roja la sangre,
la dentadura buena y un sueño urgente.
Quiero la vida de mi simiente.
No quiero ver un día manifestando
por la paz en el mundo a los animales.
Cómo me reiría ese loco día,
ellos manifestándose por la vida.
y nosotros apenas sobreviviendo.
SOBREVIVIENDO, SOBREVIVIENDO,
SOBREVIVIENDO, SOBREVIVIENDO

  Evangelio                                                                     Juan 6, 52 - 59
 Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
-      ”¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.
Entonces Jesús les dijo:
-      ”Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaúm.

Reflexión:
El evangelista utiliza un lenguaje muy fuerte para insistir en la necesidad de alimentar la comunión con Jesucristo. Solo así experimentaremos en nosotros su propia vida. Según él, es necesario comer a Jesús: “El que me come, vivirá por mí”.
El lenguaje adquiere un carácter todavía más agresivo cuando dice que hay que comer la carne de Jesús y beber su sangre. El texto es rotundo: “Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
Este lenguaje ya no produce impacto alguno entre los cristianos. Habituados a escucharlo desde niños, tendemos a pensar en lo que venimos haciendo desde la primera comunión. Todos conocemos la doctrina aprendida en el catecismo: en el momento de comulgar, Cristo se hace presente en nosotros por la gracia del sacramento de la eucaristía.
Por desgracia, todo puede quedar más de una vez en doctrina pensada y aceptada piadosamente. Pero, con frecuencia, nos falta la experiencia de incorporar a Cristo a nuestra vida concreta. No sabemos cómo abrirnos a Él para que nutra con su Espíritu nuestra vida y la vaya haciendo más humana y más evangélica.
Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.
Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con Él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.
Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como Él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de Él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.

Responsorio Breve

Ant.: El que come mi carne y bebe mi sangre. Aleluya, aleluya.
          habita en mí y yo en él. Aleluya, aleluya
          Gloria al Padre y al Hijo, y al espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
          Mi carne es verdadera comida. Aleluya, aleluya.

Magníficat.
 (Mina)

Ant.:    El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.


(Hacemos la señal de la cruz y recitamos el canto de María)


Magnificat anima mea, Magnificat Dominum.       Proclama mi alma la grandeza del Señor,
Et exsultavit spiritus meus in Deo salutari meo.    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
Magnificat, Magnificat.                                            Proclama, proclama
Quia respexit humilitatem ancillae suae              porque ha mirado la humillación de su esclava.
ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes

                                                                 Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Magnificat anima mea, Magnificat,                    Domine Proclama mi alma la grandeza del Señor,
Et exsultavit spiritus meus in Deo salutari meo.   se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
Magnificat, Magnificat.                                   Proclama, proclama
Quia fecit mihi magna qui poten
s est.                porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
et sanctum nomen eius                                  su nombre es santo,
Magnificat anima mea, Magnificat, Domine         Proclama mi alma la grandeza del Señor,
Et exsultavit spiritus meus in Deo salutari meo.   se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
Magnificat, Magnificat.                                  Proclama, proclama


Ant.:    El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.

PRECES
Comer el Cuerpo de Cristo y beber su sangre, NO ES SÓLO comulgar y participar de la misa; es COMPROMETERNOS CON EL CUERPO DE CRISTO que está en todos sus hermanos. Le decimos a Jesús:
-    Hijo de Dios, viviente entre nosotros, ayúdanos a comprometernos con tus hermanos; nuestros hermanos.
En este día del trabajo, te pedimos por las familias que no tienen ingresos suficiente para vivir con dignidad.
-    Dales, fortaleza, esperanza y una mano fraterna; la nuestra.
Tú que te ofreces como alimento para todos,  
-    que desaparezca el hambre de nuestra tierra y, quienes participamos de tu presencia eucarística sepamos verte en tus hermanos más pequeños.
Jesús, las personas que obtienen el poder con nuestros votos, se olvidan de nosotros y de su compromiso de servicio;
-    ayúdalos con tu gracia para que gestionen la vida laboral y social, pensando, especialmente en los más empobrecidos.
Señor, Tú, que con tu Cuerpo y Sangre nos das vida,
-    que la tengan para siempre los que ya partieron de entre nosotros.

Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios, digamos confiadamente:

Padre nuestro (instrumentos andinos)



Final

Te pedimos, Señor, que ya que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, nos concedas también que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Canto a María.
María Madre





¡quédate en casa!
¡un poquito MÁS!

1 comentario:

  1. La alfombra que hay en el suelo
    En éste día es de flores
    Pisarlas poquito a poco
    Que no pierdan el encanto
    De éste regalo precioso
    Que es poder ir caminando..

    Feliz día

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