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jueves, 26 de marzo de 2020

4ª Oración de Cuaresma



Haz de mi corazón de piedra, un corazón que sea humano,
y al caminar junto al hermano, hazme, Señor, un buen samaritano.
1.         Tú que bajaste desde el cielo, levantaste al hombre caído,     
le pusiste sobre tus hombros y le sanaste las heridas.
Tú eres, Señor, el buen samaritano.  
2.         Tú que pasaste por el mundo acercándote al marginado,        
con el vino de la esperanza, con el aceite del consuelo.            
Tú eres, Señor, el buen samaritano.  
3.         Pasar de largo entre los pobres, cerrar los ojos e ignorarlos,
no dar la mano al que la tiende, hacerse el sordo ante su llanto.      
Eso no es ser un buen samaritano.    
4.         Haz que levante a los caídos y que me acerque al marginado,           
que goce al curarte en los heridos y al descubrirte en mis hermanos.          

Hazme Señor un buen samaritano 




LUZ y TRANSPARENCIA

La Cuaresma tiene algo de oscuro; más bien sombrío: no es el tiempo  lóbrego, tenebroso del Triduo Pascual ni el luminoso, prístino y alegre de la Pascua.
Yo la comparo con un túnel. Cuando entras en un túnel –claro, tiene que ser andando, sobre piedras, con riesgos; que requiera tu esfuerzo...-, estás seguro que hay una salida, no sabes si lejos o cerca, lo único que sabes es que no ves nada y que no estás en una línea recta, porque no ves el punto de luz de la salida.
También hay muchos momentos de nuestra vida que les ocurre eso. Momentos en que vamos a ciegas, no vemos salidas para nuestros problemas, para nuestras dificultades. Nos sentimos cansados, agotados, caminamos sin saber a dónde ni para qué; vamos a ciegas porque no tenemos luz.
Los cristianos no tenemos derecho a sentirnos así: es verdad, que el punto de luz que tenemos ante nuestra incrédula mirada está lejos. Es verdad que no tenemos ni la menor idea de las dificultades que tiene el camino. Es verdad que no sabemos lo que podemos encontrar. Pero tenemos ese punto de luz. Él nos quita la ceguera; no nos lleva de la mano, ni en brazos... aún no es necesario, todavía tenemos que conseguir llegar al final del túnel, con nuestro esfuerzo y con las ayudas que también nos vienen de Él, porque son nuestros hermanos que se sienten como nosotros y también van buscando la misma salida.
Hoy este túnel se llama pandemia. No entendemos muy bien lo que ha pasado, pero sabemos que necesitamos esa luz que es Jesús y que ha de darnos fortaleza, ánimos, ganas de empujar todos juntos, a la vez (bueno, en esta ocasión no tan juntos) empujando en una misma dirección.
Lo bueno –o lo malo- que tiene esta luz es que exige de nosotros una respuesta coherente, que requiere sinceridad, honestidad, valentía... transparencia, lo llaman; no podemos hacernos trampas a nosotros, y sobre todo, cuando los otros dependen de nuestra actitud. La confianza que tenemos cada uno de nosotros en las respuestas de los demás, la tiene el otro en nuestra respuesta.  No podemos defraudar.

Él va a hacer un barro con su saliva de AMOR y fraternidad, que pone en cada uno de nosotros y el polvo de nuestra humanidad esperanzada para darnos la luz que necesitamos, para matar nuestra oscuridad, y transmitirnos de transparencia que necesitan, nuestros hermanos para salir adelante.

LECTURA



Al pasar, Jesús se encontró con un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién tiene la culpa de que esté ciego, él o sus padres?”
Jesús les respondió: “Esta cosa no es por haber pecado él o sus padres, sino para que Dios obre en él un milagro.
Mientras sea de día, tengo que hacer el trabajo que el Padre me ha encomendado. Ya se acerca la noche, cuando no se puede trabajar. Pero mientras yo esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo.”
Al decir esto, hizo un poco de lodo con tierra y saliva. Untó con él los ojos del ciego y le dijo: “Anda a lavarte en la piscina de Siloé (que quiere decir: el Enviado).”  El ciego fue, se lavó y cuando volvió veía claramente.
Sus vecinos y los que lo habían visto pidiendo limosna, decían: “¿No es éste el que venía a sentarse y pedía limosna?” Unos decían: “Es él.” Otros decían que no, sino que era parecido. El decía: “Sí, soy yo.” Le preguntaron: “¿Cómo es que ahora puedes ver?”.
El contestó: “El hombre a quien llaman Jesús hizo barro, me lo aplicó a los ojos y me dijo que fuera a lavarme en la piscina de Siloé. Fuí, me lavé y veo.”
Le preguntaron: “¿Dónde está él?”.
Contestó: “No sé.”
Era día sábado cuando Jesús hizo lodo y abrió los ojos al ciego. Los judíos, pues, llevaron ante los fariseos al que hasta entonces había sido ciego, y otra vez, los fariseos le preguntaron cómo había sanado de la ceguera. Contestó él: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.” Algunos fariseos decían: “Ese hombre no es de Dios, porque trabaja en día sábado.” Pero otros se preguntaban: ¿Cómo puede ser pecador un hombre que hace signos como éste?” Y estaban en desacuerdo.
Le preguntaron al ciego: “Y tú, ¿qué piensas de él, puesto que te ha abierto los ojos?”
El contestó: “Es un profeta.”
Los judíos no querían creer que había sido ciego este hombre que ahora veía claramente. Así es que hicieron llamar a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”
Los padres respondieron: “Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo ve ahora, o quién le abrió los ojos, eso no lo sabemos. Preguntadle a él, es mayor de edad y puede responder por su cuenta.”
Los padres respondieron esto por miedo a los judíos, pues éstos habían decidió expulsar de sus comunidades a los que reconocieran que Jesús era el Cristo. Por eso contestaron: “Es mayor de edad, preguntadle a él.”
Los fariseos volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: “Confiesa la verdad. Nosotros sabemos que ése que te sanó es un pecador.”
El hombre respondió: “Yo no sé si es pecador o no. Lo que sé es yo era ciego y ahora veo.”
Le preguntaron: “¿Qué te hizo?, ¿cómo te abrió los ojos?”.
El les dijo: “Ya os lo he dicho y no me creísteis. ¿Para qué queréis oírlo otra vez?, ¿vosotros queréis también haceros discípulos suyos?”
Entonces comenzaron a insultarlo: “Tú serás discípulo suyo. Nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero, de éste, no sabemos ni siquiera de dónde es.”
El hombre contestó: “Esto es lo maravilloso, que vosotros no entendáis de dónde es un hombre que me abrió los ojos.”
Todo el mundo sabe que Dios no escucha a los pecadores, sino a los hombres buenos, que lo respetan y hacen su voluntad. Nunca se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada de eso.”
Le contestaron ellos: “Desde tu nacimiento estás en pecado ¿y vienes a darnos lecciones a nosotros?” Y lo expulsaron.
Jesús supo que lo habían expulsado y, al encontrarlo, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del Hombre?”
Este le contestó: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”
Jesús le contestó: “Tú lo estás viendo. Soy yo, el que habla contigo.”
El dijo: “Creo, Señor”, y se arrodilló ante él.
Jesús dijo: “He venido a este mundo a iniciar una crisis; los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos.”
Algunos fariseos estaban al lado de Jesús y le dijeron: “¿Y nosotros también somos ciegos?” Jesús les contestó: “Si fueran ciegos, no tendríais pecado. Pero como decís que veis; vuestro pecado persiste.”

Juan 9  1-41




SALMO       Pon tu mano en mis ojos

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista
Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.
Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.
Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.
Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.
Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.
Pon tu mano en mis ojos vacilantes,
que no saben detenerse y reconocer
lo que ante ellos emerge con novedad
dejándome siempre perplejo y vacilante.
Pon tu mano en mis ojos superficiales,
que pasan rápida y febrilmente
por todo lo que encuentran y se les ofrece,
pero evitan encuentros y compromisos estables.
Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos
con paz, ilusión y movimiento.
Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.

                                                                                                                        
                                                                                                                Florentino Ulibarri

AUDICIÓN      Luz divina       

Roberto Carlos Braga



Luz que me ilumina el camino  y que me ayuda a seguir. 
Sol que hasta en la noche brilla fuerte y me hace sonreír. 
Fuente de amor y claridad es tu mirada de luz. 
Esa luz, sólo puede ser Jesús.....Esa luz... 


Rayo duradero que orienta el navegante perdido. 

Fuerza de los pobres y afligidos paz de los arrepentidos. 

Brillo en las estrellas y universo de bondad y de luz. 

Esa luz es claro que es Jesús....Esa luz... 


Sigo en paz el camino en la vida porque 

eres tú la verdad y la vida lo sé. 

Por eso te sigo,  Jesús mi amigo. 



Quiero caminar de tu mano en total devoción. 

Mano que bendice y me perdona y calma mi corazón. 

Estrella que nos guía, Luz Divina, ese amor tanta luz. 

Y esa luz es claro que es Jesús....Esa luz... 


Luz que me ilumina el camino y que me ayuda a seguir. 

Sol que hasta en la noche brilla fuerte y me hace sonreír. 

Fuente de amor y claridad es tu mirada de luz 

Esa luz sólo puede ser Jesús. 
Y esa luz es claro que es Jesús.

Esa luz
Sólo puede ser Jesús
Sólo puede ser Jesús

Esa luz
Sólo puede ser Jesús
Sólo puede ser Jesús

Esa luz
Es claro que es Jesús
Es claro que es Jesús
Esa Luz Divina

Esa luz
Esa luz, esa luz
Es claro que es Jesús
Esa Luz Divina

Esa luz
Sólo puede ser Jesús
Es claro que es Jesús

Esa luz


INTERROGANTES

Las dificultades que encontramos en la vida, los problemas que tenemos, el ritmo de las vivencias que tenemos a niveles familiar, social, laboral y económico nos someten a situaciones estresantes, parece que se nos cierran las salidas, que se nos acaban las herramientas para salir adelante. «He venido a este mundo a iniciar una crisis; los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos”. Él es nuestra Luz

¿Seguimos a Jesús para que ilumine nuestro caminar, aun a sabiendas que no siempre resulta fácil?
Aceptar  la Luz que Él nos ofrece lleva consigo reflejarla para que los demás se sirvan de ella; ¿qué estoy dispuesto a poner en mí para ser Luz para mis hermanos en estos días de crisis?
¿Estoy siendo testimonio de Transparencia, aceptando en favor del bien común, las normas que se nos imponen de aislamiento?
¿Me impongo la obligación de llamar por teléfono algunas de las personas de nuestra comunidad que se alegrarían de recibirla?


PETICIONES AL PADRE


Pedimos a Dios por aquellos hermanos nuestros que necesitan de su presencia, y fortaleza, de nuestro apoyo y ayuda.

PADRE NUESTRO

ORACIÓN FINAL


Danos Señor tu luz,
para mirar la vida
con ojos de Evangelio.

Ayúdanos a confiar en tí,
con todo nuestro corazón,
para aprender a poner
en tus manos,
toda nuestra existencia.

Necesitamos cambiar y volver a Ti.
Queremos vivir la conversión
y fortalecer nuestra fe.

Quita la venda de nuestros ojos
que nos impide descubrir a los demás
como hermanos.
Quita la venda de nuestro corazón
que nos impide sentir y vivir
movidos por tus enseñanzas.


Aclara nuestra mirada, danos tu luz,
cambia la ceguera de nuestros pecados,
para creer y vivir como discípulos.

AMÉN



SÉ MI LUZ




QUÉDATE EN CASA

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