NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO
EL Dinero,
convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más
digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta
de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el
mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una
convivencia más humana.
La lógica de
Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no
puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los
que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo
más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular
riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en
el hambre y la miseria.
Es sorprendente
lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de
comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con
toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable,
se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a
una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo,
Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer
su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que
podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la
prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser
que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que
sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se
puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
iniquidad”.
Vivimos “en la
dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”.
Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar
de esa minoría feliz”.
“La cultura del
bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que
todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de
posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él
mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene
que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario
podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de
compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los
demás”.
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