El hombre de hoy, envuelto en tantas ideologías y embarcado en multitud de tareasy quehaceres, está olvidando lo fundamental: cuidar la experiencia de la fe. Los tiempos en que vivimos reclaman una fe especialmente viva que comportamiento moral. Si la experiencia de la fe no se aviva, la fe languidece y se convierte en una especie de iedeología o en un voluntarismo extrenuante, o en nada.
¿Qué valor real y práctico damos a la fe y a la presencia de Dios en nuestra vida?. ¿Cuánto tiempo dedicamos a conocer a Dios?.¿Tenemos en cuneta su palabra para programar nuestra vida?.
En la vida real de la mayoría de nuestras gentes, la importancia efectiva de Dios es escasa. Muchos no dedican ratos a Dios, a oir y obedecer su Palabra. Viven de espaldas a Dios. El tiempo y la vida se nos van en otras cosas: trabajos, diversiones, proyectos, aspiraciones, deportes, tv, etc.
Ocurre algo más preocupante todavía. En nuestra sociedad, están viegentes muchas ideas que tienden a configurar una cultura y una forma de vivir en las cuales no se tienen en cuenta, para nada, ni la existencia ni mucho menos la importancia de Dios. Este abandono y olvido de Dios viene favorecido desde frentes distintos: ideas filosóficas, centros de enseñanza, medios de comunicación, programas de partidos politicos, primacia absoluta de la economía y del bienestar material.
El ateísmo práctico se vive sin más. No interesa más que este mundo. Vivir bien y disfrutar cuanto podamos. Todo esto se hace de forma tranquila, nada agresiva. Por la vía del silenciio y de la marginación de la fe. Incluso entre los creyentes hay muchas formas de fe débil, enferma, poco operante, incapaz de informar y dirigir la vida y las actuaciones personales y, por todo ello, sin fuerza para el testimonio y la misión. Muchos bautizados tienen la fe comon recurso de última hora, "por si acaso..." o van al otro mundo como si nada...
La verdad es que necesitamos creer en Dios para vivir de acuerdo con nuestro ser, para vivir en la verdad y distrutar ya de la salvación. La salvación de nuestra vida nos viene de la gracia de Dios acogida con fe, en humildad, obediencia y gratitud.
Si queremos ser fieles a nuestra conciencia, a los signos, datos de la historia y de la razón, tenemos que llegar a encontrarnos con Dios. Sólo a partir de la fe en Dios podremos vivir en la verdad que nos hace libre y dar sentido trascendente a toda nuestra axistencia.
Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander
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